Una de las recomendaciones que hacen es un lujo, ya que poder guardar la distancia para mucha gente es un verdadero lujo que no se pueden permitir. Y no, no hablamos de aquellos inconscientes que se aglomeran para reuniones sociales regadas de alcohol y reguetón, sea en un balneario o en un sitio cheto, pues la estupidez es transversal a las clases sociales.
De lo que hablo es de ese tema recurrente: el transporte público en el Paraguay.
Por si nunca se lo hayan planteado, cómo hace la gente que debe ir a trabajar, y no dispone de transporte propio para continuar su vida normal, en un año tan complicado como este 2020.
En abril, cuando la pandemia apenas cumplía un mes entre nosotros, el presidente de los empresarios del Transporte había anunciado que solo podrían seguir con el servicio hasta fin de mes, debido a la disminución del flujo de pasajeros.
Mencionaba que de seguir así no podrían mantener el servicio ni en un 50% por la reducción de al menos el 80% de pasajeros. Afirmó que el sistema de transporte público “está colapsando”; y pidió un subsidio económico de USD 2.000.000. “Entendemos la situación del Gobierno, pero es importante que también entiendan nuestra situación”.
El problema es que siempre es a ellos a quienes el Gobierno termina “entendiendo”, en detrimento del resto de la población del país. Porque, dado nuestro sistema, resulta prácticamente imposible que se apliquen las medidas de distanciamiento dentro de los buses.
Poca gente en sus unidades no es negocio. Por eso, hoy vemos esa realidad tan indignante, buses llenos de gente, gente con tapabocas, es cierto, pero que no viajan de modo seguro ni con las medidas recomendadas para guardar las distancias.
Viajamos en el transporte público apachurrados en hora pico, pues hay que ir a trabajar, porque tenemos que mantener a un montón de zánganos, entre ellos, diputados imputados a quienes les pagamos incluso el combustible de sus lujosos autos.
Es muy triste ver las imágenes del maltrato cotidiano que reciben los trabajadores de este país, quienes dependen del transporte público para llegar a sus trabajos y para regresar a sus hogares. Aglomeraciones en las paradas, decenas de personas aguardando un ómnibus bajo el precario techo de una parada resguardándose de la lluvia. Y la postal que se ve por las noches es todavía peor. Porque hay que agregar a la impotencia de ver que no circula ningún micro de noche, la creciente violencia a la que estamos expuestos en las calles.
Mientras tanto —como publicó ayer ÚH—, los usuarios del transporte público siguen reclamando la poca frecuencia de los buses, particularmente, los fines de semana. Los pasajeros lamentan que después de esperar mucho tiempo un bus, las unidades vienen repletas, lo cual es un peligro en esta pandemia por la aglomeración de personas.
A todo esto, hablando de modo seguro de vivir, la iniciativa que iba a ayudar a evitar más contagios, el uso de las tarjetas del billetaje, resultó otro desastre anunciado, y las autoridades, en vez de obligar a las empresas privadas a cumplir con los usuarios, piensan en suspender el sistema. Última Hora habló con el director metropolitano de Transporte, y este manifestó que están recibiendo reclamos por la poca frecuencia de los colectivos; también contó que hacen controles, que hay sanciones, pero la situación nunca mejora. Mientras tanto, la paciencia de los paraguayos una vez más es puesta a prueba.
Hasta cuándo vamos a aguantar, es un misterio.