Un incendio en el Mercado 4 es algo tan, pero tan esperable, como el que un motociclista sin casco sufra un traumatismo de cráneo en un accidente. El domingo tuvo lugar otro y hay que estar agradecidos de que fue entonces, y no en un día hábil, cuando ese caótico espacio comercial se transforma en un mar de gente.
Hacinamiento y una suma de precariedades históricas que comunican descarnadamente de años de administraciones municipales ineptas, colocan cada tanto a este tradicional reducto comercial al límite de convertirse en escenario de una gran tragedia.
La dinámica que suele seguir a un siniestro en el lugar es siempre la misma: se desempolva algún proyecto de transformación del Mercado y se renuevan las promesas de trabajos de mejoramiento.
Así se opaca la ristra de irregularidades, instalaciones clandestinas, desorden y las eternamente postergadas intervenciones de puesta en valor de este popular espacio de abastecimiento.
La administración municipal gana de nuevo respiro pateando para adelante ante la “pelota tatá”, y todo vuelve a la “normalidad” en el Mercado 4 a pesar de estar cada vez más atiborrado, inseguro, desbordado y difícil de manejar.
Todo sigue su curso, hasta que se produzca otro incendio, se derrumbe parte de las instalaciones u ocurra alguna otra desgracia, como resultado de no adoptarse cambios estructurales.
Hasta el presente no ha habido una intervención integral del Mercado 4, que involucre a instituciones como la ANDE, Essap, Municipalidad, Policía Nacional, Bomberos, con participación de los comerciantes, permisionarios y proveedores.
Sin embargo, la práctica muestra un persistente empeño en abordar solo aspectos urgentes del problema, adoptando medidas paliativas.
Cada 5 años, el Mercado 4 es tema ineludible en las propuestas electorales.
Es uno de los primeros lugares que cualquier aspirante a intendente de Asunción o candidato a concejal visita. Algunos lo hacen incluso con propuestas de reconversión de esta área mercantil.
Luego todo regresa a su curso de siempre: lo anormal asumido como normalidad, hasta que se produce un nuevo cortocircuito, se encienden las llamas y el flujo comercial allí instalado se ve sacudido de nuevo. La gente que trabaja en la zona ruega a todos los santos que nadie resulte herido, que el fuego no les deje sin su sustento de vida.
Entonces, de nuevo quedan al desnudo las entrañas de este frenético centro comercial, todas las falencias administrativas de que es víctima y se activan con fuerza las promesas de cambiar su estado actual.
La ANDE vuelve a exponer sobre la sobrecarga total de electricidad que hay en el lugar, con innumerables instalaciones clandestinas. Los comerciantes enseñan las notas de reclamos dirigidas a la Municipalidad y llueven las quejas ante la falta de respuestas de las instituciones. Este circulo, nada virtuoso, lleva años y no hay señales de que vaya a romperse.
En pocos días más se agregará aún más pólvora al Mercado 4, porque, literalmente, comenzará la comercialización de petardos y fuegos artificiales, como parte de esa cuestionada mercantilización de la Navidad.
La inseguridad se complejiza y tanto las personas que trabajan allí como los habituales y ocasionales compradores se exponen al peligro. Después del siniestro del Ycuá Bolaños (2004), este tipo de situaciones ya no deberían tolerarse, menos aún cuando hay gente a la que se le paga para evitarlas.