Una foto de la familia como pilar que sostiene al paciente al pie de la cama, un rosario, una estampita son algunas de los detalles que en medio de la soledad de las salas de las Unidades de Terapia Intensiva brindan el calor humano, que alienta en la lucha a los pacientes de Covid-19 y fortalece al personal de blanco.
El Dr. Óscar Bottger, de la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital Respiratorio de Encarnación, señala que el proceso de humanización es un desafío, que fue limitado al inicio por la naturaleza del servicio y por el protocolo de cuidado que debían tener ante el peligro de contagio y el poco conocimiento sobre el coronavirus.
El profesional señala que a más de un año de convivencia en este escenario, actualmente se encuentran en la tarea de reforzar el factor humano en la atención. “Muy humildemente digo, que lamentamos no haber empezado antes a ser más humanos, en la atención de estos pacientes en terapia y seguramente que tenemos mucho por crecer en ese sentido. Vemos muy a menudo muestras a nivel internacional, estamos en ese camino en la medida en que el cuadro del paciente nos permite y de acuerdo a las posibilidades dentro del servicio que cada vez tiene casos más demandantes y urgentes”, apunta Bottger.
El terapista resalta que todos los días son testigos de momentos muy tristes y tienen la voluntad de llevar más acciones que acerquen al paciente a sus seres queridos, aunque a veces el colapso sanitario no les de respiro. “Tratamos siempre respetando la fe de cada persona, hacer llegar rosarios, permitir si se puede el ingreso de sacerdotes hasta ciertas áreas”, enfatiza.
Una lucha en aislamiento
En el servicio de igual manera insisten en combatir la soledad del paciente y la desesperación de los parientes que no pueden estar al lado de la cama asistiendo al enfermo. Actualmente en el Hospital de Encarnación cuentan con salas con vidrio que permiten que el paciente y su familiar puedan verse, destaca el Dr. Bottger.
Refiere que buscan los caminos ya que las visitas e ingresos a las áreas no se pueden realizar todas las veces, y en las ocasiones que se dan, se tienen que emplear equipos de bioseguridad, que sin bien no faltan en este momento son un bien muy preciado.
“Tratamos siempre, en la medida de las posibilidades, en cada caso en particular, porque son todos casos diferentes, hay pacientes que entraron ayer, junto a pacientes que están hace 3 o 4 semanas, unos están más graves que otros, otros se están despertando, otros pueden tener una complicación”, grafica.
Y acota que un avance fue que hace un tiempo pasan los reportes de forma presencial a los familiares y dejaron a un lado el sistema de comunicar el estado del paciente solo por teléfono.
Imágenes que sostienen
Como experiencia personal, Bottger refiere que el acompañamiento de los seres queridos forma también una parte importante de la recuperación del enfermo, especialmente en el momento en el que vuelve a la conciencia y puede abandonar los equipos para volver a respirar por sí mismo. “En el proceso que llamamos destete, cuando retiramos el tubo a un paciente, varias veces chantajeamos un poco al paciente, lo motivamos, junto a los kinesiólogos, neumólogos y otros profesionales que acompañan el proceso, les mostramos videos de sus familiares que los esperan, que les envían un ‘te amo papá, mamá’... palabras de aliento, muchas veces estas imágenes son un mejor bálsamo y funcionan tanto como cualquier ansiolítico”, relata. El proceso de retirar el respirador es un momento de alegría en el servicio, pero es un momento crucial y delicado, donde el paciente despierta luego de un coma inducido, que produce una excitación sicomotriz.
Bottger comparte que una jornada con un alta exitosa se contrasta rápidamente con otros escenarios. En la guardia, relata, cada vez son más los rostros conocidos; le tocó atender a colegas, enfermeras, padres de otros profesionales y compañeros o amigos. Estos pacientes además frecuentemente llegan con otros familiares, a veces uno accede a una cama y el otro no. “Nos tocó muy de cerca que un colega del servicio tuvo que elegir entre gente muy querida quién podría acceder a una cama y quién no. O tener que dar la noticia que no podemos ingresar al papá de un amigo cercano, porque no hay camas”, concluye el especialista.
Lamen-tamos no haber empezado antes a ser más humanos en la atención en terapia, y seguro que tenemos mucho por crecer en ese sentido. Dr. Óscar Bottger, médico terapista.