Hoy meditamos en el evangelio según San Lucas 12:49-53
El fuego aparece frecuentemente en la Sagrada Escritura, como símbolo del amor de Dios, que purifica a los hombres de todas sus impurezas.
El amor, como el fuego, nunca dice basta, tiene la fuerza de las llamas y se enciende en el trato con Dios: Me ardía el corazón en mi interior, se encendía el fuego en mi meditación, exclama el salmista.
En el día de Pentecostés, el Espíritu Santo –el Amor divino– se derrama sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego que purifican sus corazones, los inflaman y disponen para su misión de extender el reino de Cristo por todo el mundo.
Jesús nos dice hoy en el evangelio de la misa: Fuego he venido a traer a la tierra y ¿qué quiero sino que arda? El Señor quiere que su amor prenda en nuestro corazón y provoque un incendio que lo invada todo.
El amor pide amor, y este se demuestra en las obras, en el empeño diario por tratar a Dios y por identificar nuestra voluntad con la suya.
La segunda lectura nos anima a esa pelea diaria, sabiendo que estamos rodeados de una nube tan grande de testigos, los santos, que presencian nuestro combate, y quienes tenemos a nuestro lado, a los que tanto podemos ayudar con el ejemplo y con nuestro mismo empeño por estar más cerca de Cristo.
El papa Francisco, a propósito de la lectura de la fecha, dijo:
“¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
¿Qué cosa significa esto? Significa que la fe no es una cosa decorativa, ornamental; vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión, como si fuera una torta que se la decora con la crema. No, la fe no es eso.
La fe comporta elegir a Dios como criterio-base de la vida, y Dios no es vacío, no es neutro. Dios es siempre positivo, Dios es amor y el amor es positivo.
Después que Jesús vino al mundo no se puede hacer como si no conociésemos a Dios, como si fuera una cosa abstracta, vacía, puramente nominal.
No, Dios tiene un rostro concreto, tiene un nombre: Dios es misericordia, Dios es fidelidad, es vida que se dona a todos nosotros.
Por esto Jesús dice: he venido a traer división; no es que Jesús quiera dividir entre ellos a los hombres, al contrario: Jesús es nuestra paz, ¡es reconciliación!
Pero esta paz no es la paz de los sepulcros, no es neutralidad. Jesús no trae neutralidad. Esta paz no es un acuerdo a cualquier precio.
Seguir a Jesús comporta renunciar al mal, al egoísmo y escoger el bien, la verdad, la justicia, también cuando ello requiere sacrificio y renuncia a los propios intereses. Y esto sí divide, lo sabemos, divide también los lazos más estrechos.
Pero, atención: No es Jesús el que divide. Él pone el criterio: vivir para sí mismo, o vivir para Dios y para los demás; hacerse servir, o servir; obedecer al propio yo u obedecer a Dios. He aquí en qué sentido Jesús es signo de contradicción
Por lo tanto, esta palabra del evangelio no autoriza de hecho el uso de la fuerza para difundir la fe.
Es precisamente al contrario: la verdadera fuerza del cristiano es la fuerza de la verdad y del amor, que comporta renunciar a toda violencia. Fe y violencia son incompatibles
En cambio, fe y fortaleza van juntas. El cristiano no es violento, pero es fuerte y ¿con que fortaleza? Con aquella de la mansedumbre; la fuerza de la mansedumbre, la fuerza del amor.
También entre los parientes de Jesús hubo algunos que a un cierto punto no compartieron su modo de vivir y de predicar, nos lo dice el evangelio. Pero su madre lo siguió siempre fielmente, teniendo fija la mirada de su corazón en Jesús, el Hijo del Altísimo, y en su misterio.
Y al final, gracias también a la fe de María, los familiares de Jesús entraron a formar parte de la primera comunidad cristiana.
Pidamos a María, nuestra madre, que también nos ayude a nosotros a tener la mirada bien fija en Jesús y a seguirlo siempre, también cuando cuesta.
(Frases extractadas de http://www.homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0810.htm y https://www.pildorasdefe.net/liturgia/evangelio-lucas-12-49-53-jesus-trae-paz-division-padre-contra-hijos-familia)