08 ago. 2025

El fondo de cobertura del Tío Sam

Por Robert Samuelson |

WASHINGTON

Se lo puede llamar el fondo de cobertura del Tío Sam. El rescate del sistema financiero norteamericano propuesto por el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, es en todo, excepto su nombre, un gigantesco fondo de cobertura. El Gobierno prestaría enormes sumas a inversores privados para permitirles comprar con descuento valores cargados de pérdidas de los bancos, con la perspectiva de realizar considerables ganancias. Si eso no es un fondo de cobertura, ¿qué lo es? La esperanza es que el sistema bancario norteamericano, de un volumen de 14 billones de dólares, expandiera el crédito si pudiera deshacerse de títulos y préstamos insolventes que ya están en sus libros.

Casi todo el mundo cree que se necesita un sistema bancario más sano para una recuperación económica sostenida. ¿Podrá funcionar el plan de Geithner? Tal vez, aunque hay abundantes obstáculos. Uno de ellos es político. Los inversores privados podrían mostrarse reacios a participar por temor a la ira populista. Si el plan tiene éxito, muchas personas ricas se harán aún más ricas. El Congreso podría someterlas (o a sus firmas) a humillantes audiencias o a impuestos punitivos. ¿Para qué molestarse? Otro problema: Los inversores y los bancos podrían no llegar a un acuerdo sobre los precios a los que se adquirirían esos valores.

Pero con éxito o fracaso, el plan de Geithner ilumina una fascinante ironía. El “apalancamiento” -los préstamos- ayudó a crear este caos. Ahora se espera que el mismo fenómeno nos saque del lío. ¿Cómo puede ser? No es la locura que parece ser. Comencemos con lo esencial sobre la manera en que el apalancamiento afecta las ganancias de las inversiones.

Supongamos que compramos acciones o bonos por 100 dólares en efectivo. Si el precio sube a 110 dólares, se gana un 10 por ciento. No está mal. Ahora, supongamos que pedimos prestados 90 dólares del precio de compra a una tasa de interés anual del 5 por ciento. En un año, la acción o el bono aún aumenta a 110 dólares, pero ahora hemos ganado más del 50 por ciento. Pagamos 4,50 dólares en interés y nos quedamos con 5,50 dólares de ganancia en una inversión de 10 dólares. Notemos, sin embargo, que si el precio cayera a 95 dólares quedaríamos prácticamente destrozados (4,50 dólares de interés pagado más 5 dólares perdidos en el título).

El economista John Geanakoplos, de Yale University, sostiene que la economía experimenta regularmente “ciclos de apalancamiento”. Cuando el crédito es fácil, las condiciones del pago inicial son flexibles. Los inversores o propietarios pueden pedir préstamos para cubrir gran parte del precio de las casas y de los títulos. Los precios de los valores (acciones, bonos, inmuebles) se elevan, a menudo a niveles artificiales, porque las ganancias de las inversiones son tan atractivas. Pero cuando el crédito escasea -por cambios de política gubernamental o porque los prestamistas se ponen nerviosos- el proceso se revierte. Los precios se derrumban. Los inversores apalancados venden para pagar de vuelta los préstamos. Los nuevos prestatarios enfrentan condiciones estrictas para los pagos iniciales.

Según Geanakoplos, estamos sufriendo el ciclo de apalancamiento más duro desde la Segunda Guerra Mundial. Hace tres años, dice, los compradores de viviendas podían poner un 5, o menos, por ciento como pago inicial. Ahora deben presentar un avance del 20, o más, por ciento. Los fondos de cobertura, los fondos de patrimonio privado y los bancos de inversiones podían a menudo pedir préstamos que cubrían el 90 por ciento de las compras de títulos; ahora los préstamos pueden cubrir un 10, o menos, por ciento. El “des-apalancamiento” ha hecho que los precios cayeran a niveles que podrían ser tan poco realistas como los anteriores niveles más altos.

Si se comprende esto, se entiende la idea detrás del fondo de cobertura de Geithner. Es inyectar más apalancamiento a la economía -no a los vertiginosos niveles anteriores, pero suficiente para revertir el colapso de precios impulsado por el pánico. Los detalles no se han establecido. Pero el plan permitiría tasas de apalancamiento de 6-1 en algunos casos. He aquí un ejemplo. Inversores privados colocan 5 dólares; el Tesoro pone otros 5 dólares. Esta inversión de patrimonio puede ser después aumentada por 60 dólares de préstamos garantizados por el gobierno. La totalidad de los 70 dólares puede utilizarse para comprar valores de bancos.

Suena sencillo. En la práctica no lo será. Dado todo el des-apalancamiento -un 15 por ciento de los fondos de cobertura, un récord, se cerraron el año pasado- los precios de mercado de muchos títulos han caído muy por debajo de precios que parecen justificados por flujos de efectivo a largo plazo. Geanakoplos menciona un bono de hipotecas cuyo valor en el mercado bajó aproximadamente un 40 por ciento, aunque todos los pagos prometidos se cumplieron y, basándose en el desempeño de los prestatarios de las hipotecas subyacentes, es probable que continúen haciéndose.

Si los bancos vendieran ese valor y créditos similares a precios del mercado actual, tendrían que registrar enormes pérdidas. (Bancos Enfrentan Grandes Pérdidas en Plan de Valores Tóxicos”, era el titular del Financial Times). Su capital resultaría agotado y tendrían que recaudar más del Gobierno.

Supuestamente, el apalancamiento proporcionado por el Gobierno permitiría a los inversores pagar precios más altos. Después de todo, ese es el propósito. Aun así, no está claro si vendedores y compradores llegarán a un acuerdo.

Si no pueden hacerlo, el fondo de cobertura de Geithner seguirá siendo insignificante. Los bancos cautos seguirán restringiendo el crédito. Pero el éxito también presenta problemas. Los administradores del dinero hablan de obtener enormes ganancias anuales del 20 por ciento o más de un plan en el que el Gobierno pone la mayor parte de los fondos y corre la mayor parte del riesgo.

Una reacción política negativa podría sofocar el proyecto antes de que se ponga en marcha. Geithner transita en una estrecha línea entre la parálisis financiera y el resentimiento populista.

(c) 2009, Washington Post Writers Group