Adolfino Aquino
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Los políticos buscan conquistar el poder, pero muchos anónimos hacen política detrás de ellos para sobrevivir. Algunos salen de ese anonimato, como el “cristo” oviedista que se crucifica para salvar a su líder y a él mismo, porque siendo agricultor “ivai la porte”.
A este cristo no le clavaron en la cruz sus verdugos –como le ocurrió a Jesús de Nazaret– sino sus propios correligionarios, no porque se enojaron con él sino por consenso. En la cruz no hubo trago amargo y se aguantaron bien los dolores de los clavos.
“Nosotros estamos aquí voluntariamente, para pedir la libertad de Lino Oviedo”, comentaron a ÚH los dos hombres que se crucificaron frente al Palacio de Justicia de Asunción: Tomás Velázquez (50) y Apolonio Galeano (61).
Los líderes oviedistas a su vez voluntariamente les ofrecen alimentos y un lugar donde dormir, un terreno baldío, una carpa o una plaza.
Los crucificados no cobran por su sacrificio, sus líderes tampoco les pagan. Simplemente se dan reconocimientos recíprocos por luchar por una causa común: la libertad del líder, preso en Viñas Cue.
Los crucificados por Lino Oviedo provienen de un mundo donde las necesidades básicas no son satisfechas. Fueron agricultores, pero esta profesión no les resulta.
Velázquez es agricultor, carnicero, e integra la base oviedista de Caaguazú.
Galeano es también agricultor y trabajó en obraje. Es concepcionero, pero estuvo largos años en el exilio en el Brasil y en la Argentina. El año pasado volvió a Asunción.
¿Por qué se crucifican? Los dos dieron coincidentemente una respuesta: “Nuestro fin es la libertad de Oviedo. Nuestro líder está preso injustamente. Aquí no hay justicia. La Ley se guarda en un cajón”.
Luego de una larga charla, los crucificados explicaron: “Trabajar en la chacra no es nada seguro. Te pagan 10 o 15 mil guaraníes por día. Con este dinero ya no podemos vivir. Los créditos son muy difíciles de pagar. Generalmente los que dan créditos terminan sacándole al campesino su ganado o directamente su propiedad”.
Galeano remató con voz de resignación: “Por no andar a los plomos vivimos así". Así expresó su idea de que no conviene recurrir a la delincuencia en busca de un futuro mejor, para él y para sus hijos. Se quejó –finalmente– de los gobernantes que se pasan viajando y se autoaumentan sus sueldos mientras el pueblo pasa hambre.