Por Patricia Benítez
Son las cuatro de la tarde del domingo. El parque Bernardino Caballero está atestado de gente, hombres y mujeres que descansan en los bancos, que toman tereré y conversan. Mientras tanto, sus niños corretean en un enjambre multicolor.
Concentrados en el centro de la plaza, algunos chicos arrojan bolas al aire y otros lanzan aros amarillos con gran habilidad. Uno trepa por un pedazo de tela estampada que cuelga de la rama más gruesa de un árbol, otros aguardan en fila y con paciencia, el turno de realizar la acrobacia que indica un instructor.
Cada domingo, desde febrero de este año, esta escena se repite en el parque Bernardino Caballero. El espacio de esparcimiento, creado por Julio Benítez y Juan Francisco Salinas del grupo Grindcoreclown, fue inspirado en el circo del Mundo de Chile, una escuela que emplea el arte circense con fines educativos y de rescate social.
Maestros ad honórem
Si bien las clases en el parque empezaron de manera informal, con el tiempo sus ideólogos vieron la necesidad de establecer una verdadera escuela de circo.
“Todo empezó cuando vinimos a practicar a la plaza y de paso enseñamos un poco a los chicos. Después ya se hizo una rutina, cada vez que nos veían, nos preguntaban si íbamos a venir el próximo domingo”, cuenta Salinas. Así nació el proyecto Circo Social Paraguay.
Además de Julio y Juan Francisco, dos actores que a través del circo se embarcaron en la tarea de promover valores, forman parte del staff del Circo Social Paraguay, Martín Domínguez, Natalia Muelas, José Herrera, José Luis Scavone, Omar Marecos y Christian Maturana.
Cada domingo, todos ellos apuestan a una actividad que no les generan ingresos económicos. Así también, los niños ganan algo más que un rato de diversión.
“Con los malabares, lo que se consigue a la larga es que los chicos mejoren la motricidad gruesa, fina y la atención. El hecho de ponerse pequeñas metas, los motiva, les sube la autoestima y hace que se valoren un poco más. También se fomenta el compañerismo y como tienen que trabajar en equipo, baja su agresión”, indica Salinas.
Escuela social
El circo, como una forma de educación paralela a la que reciben los chicos en la escuela. Esta es la idea que el Circo Social Paraguay sostiene y que gracias a una donación del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondec) está a punto de hacerse realidad.
“Fondec aprobó nuestro proyecto y gracias a eso estamos en la etapa de construcción de una carpa, donde desarrollaremos talleres en forma más estructurada”, cuenta Salinas.
La carpa desmontable será instalada en poco tiempo, en el parque Bernardino Caballero, donde el circo ya desarrolla sus actividades. Permanecerá ahí durante cuatro meses y luego, según señala Salinas, iniciará un recorrido por el interior del país.
Si bien la ayuda que el grupo recibió constituye el puntapié fundamental del proyecto itinerante, los miembros del Circo Social Paraguay siguen realizando la mayor parte de las actividades a puro pulmón y por amor al arte. Ellos mismos fabrican algunos de los elementos que utilizan tanto en sus presentaciones, como en las clases que dictan a los chicos.
Sin embargo, y aunque quisieran, no pueden hacerlo todo. Esto, más que nada por la seguridad de los chicos y de ellos mismos.
“Necesitamos colchonetas buenas, arneses que acá no se consiguen, además de estructuras de hierro, elásticos... todos elementos muy caros. Por eso empezamos con lo que podemos”, dice Salinas. No obstante, no se desanima porque si hay algo que al Circo Social Paraguay no le falta es talento.