Por Edgar Servín
Trabajo en lo privado desde el año 2005. Nuestros clientes operan en ese sector y en lo público. Formo parte de la industria del conocimiento. Ello fue posible gracias a un largo periplo académico (más de 11.000 horas cátedra). Mis capacidades incluyen a la seguridad y el derecho. En el camino coincidí con otros compañeros de labor. Civiles algunos. Paraguayos y extranjeros.
De alto target académico, mis colegas asociados no pasan los dedos de una mano. Si necesitamos incluir capacidades de otros profesionales interdisciplinarios, no dudamos en hacerlo. Gratamente, a veces nuestros propios beneficiarios cooperan grandemente con nuestra labor.
Siempre echamos mano a interconsultas. No desechamos al empirismo (el ka’a ty) como fuente del conocimiento. Básicamente, buscamos datos, se denominan variables, es ahí donde se ecuaciona el devenir, se llama diseñar escenarios prospectivos, ¿con qué objetivo? Anticipar las crisis y confeccionar planes de inversión. En suma, abaratar costos. Nuestros aciertos corporativos fueron tan múltiples que, omito por decoro, referirme a todos ellos. Excepto a dos: Primero, ya en el año 2008 hemos anticipado –por escrito al interesado– la crisis que se venía sobre la Universidad Católica y segundo, desde lo estratégico, hemos diseñado, junto con otros colegas y dentro de un gabinete exclusivo, la necesidad de una intervención militar moderna dentro del territorio nacional.
La exitosa aplicación de esta última fue el exclusivo mérito del soldado que opera en el frente del combate diario, es quien hizo el trabajo de campo: Fuerzas Armadas de la Nación, Policía Nacional y otras instituciones del Estado. Los errores y fracasos a lo largo del tiempo, propios de toda obra humana, son atribuibles a la concepción política de la crisis. Cada persona responde a su mundo. Y generalmente ese mundo responde a su biblioteca, su experiencia y formación académica. Generalmente, una crisis, se ve venir desde lejos. Ella está señalada por hitos a lo largo de un trazado.
Son como jalones que marcan el rumbo del camino. Para producir un diagnóstico, el buen analista une a ese hecho junto con los errores que en el trascurso del tiempo va cometiendo el fenómeno observado que incluye personas y hechos. Por tanto, desde esa posición es fácil predecir lo que se viene. Me inspiré para escribir este artículo en las conclusiones de Harry Markopolos, contador y matemático norteamericano, quien como integrante de la empresa Rampart a finales de la década del noventa del siglo pasado e inicios del presente milenio predijo la crisis de la bolsa de valores.
Su misión era competir y obtener más ganancias que Bernard Madoff, el exitoso operador de dicha bolsa de valores en Nueva York, más tarde criminal financiero serial y estafador. Era marzo del año 2000 cuando las conclusiones de Markopolos fueron sencillas y sorprendentes.
Él decía que “la carencia de activos guardados es el primer sinónimo de fraude” es decir, la ausencia de un patrimonio (puede ser una persona o una empresa) como reserva. Otra mala señal era “desconocer al administrador”, indica falta de medición de sus capacidades para gestionar el cargo. A continuación “los números”: Markopolos insiste en observar a aquellos “números mágicos”. Las ganancias seductoras. Y allí arriba a una de sus primeras conclusiones aplicando la sicología social ¿Quién compite contra un fraude? Markopolos avisa “es imposible ganar a una estafa”.
A continuación, insinúa “cuidado con las estrategias sin sentido” y remata diseñando el escenario prospectivo, mucho antes que Madoff sea recluido en una prisión, de la siguiente manera: “tenemos solo tres escenarios posibles: o Madoff es muy talentoso, o sus ganancias son reales, pero vienen de un proceso distinto a los convencionalmente conocidos y en cuyo caso es preciso investigar académicamente, o es un esquema Ponzi, que es lo más probable”.
Markopolos terminó uniendo sin querer a la seguridad y la economía, ya que los sucesos del 11 setiembre del año 2001 y la estafa perpetrada por Bernard Madoff tienen los siguientes factores comunes, una conjunción que implica la elaboración de malos presupuestos de prevención, investigadores mal formados y leyes vetustas que conducen irremediablemente a catástrofes financieras y políticas.
¿Existe alguna forma de tener un Estado predecible y seguro? Infelizmente, la humanidad aún no creó alguno, salvo pequeños espacios en la historia, como burbujas en el tiempo. Los emperadores de la gens antonina, por ejemplo, en la antigua Roma. Desde Nerva hasta Marco Aurelio (años 96 hasta 180 de nuestra era), siendo Antonino Pío el más talentoso de ellos. Administrador eficaz, evitaba derroches de las finanzas públicas, tesorería saneada, actitud respetuosa hacia el Senado y la religión, Legiones profesionalizadas. Como verá, un buen gobierno tiene recetas simples. Es que, una gestión pública eficaz únicamente puede reposar en los hombros de personas virtuosas.