El director general del BPI, el mexicano Agustín Carstens, no descarta el riesgo de recesión en EEUU y en Europa en 2023. “No nos sentimos cómodos con este pronóstico, pero no podemos eliminar posibilidades”, dijo Carstens en una rueda de prensa.
Al presentar ayer el Informe Económico Anual, Carstens consideró que “las acciones que los bancos centrales han adoptado hasta ahora han sido adecuadas al adelantar y acelerar las subidas de los tipos de interés para frenar la inflación”. El BPI señaló que es improbable que la estanflación de la década de 1970 se repita porque han mejorado la política monetaria, la prudencia macroeconómica y se ha reducido la dependencia en la energía.
Pero el elevado endeudamiento y la sobrevaloración de los precios de los activos, sobre todo en el mercado de propiedad residencial, podría magnificar cualquier desaceleración, según el BPI, que también celebra su asamblea anual de 2022.
DUROS GOLPES. La economía global entra en una era de elevada inflación con algunos de los problemas económicos que creó la pandemia y los que tienen que ver con la guerra en Ucrania. Antes de la pandemia, el BPI había descrito los últimos años la situación económica global de Ricitos de Oro, una situación bastante ideal en la que la economía crecía impulsada por los estímulos monetarios, pero sin generar inflación.
Hace dos años, la pandemia agitó al mundo, primero con una crisis sanitaria y después con una crisis económica global. A la que siguió el último año, el que analiza el informe, la fuerte subida de los precios y la guerra en Ucrania.
El crecimiento económico mundial fue en 2021, el mayor de los últimos 50 años, del 6,3%, porque después de la recesión al parar la actividad económica de forma artificial para frenar la pandemia, se produjo un fuerte rebote una vez que las medidas de confinamiento se levantaban y por el extraordinario apoyo monetario y presupuestario.
El BPI, cuya sede está en la ciudad suiza de Basilea, esperaba una salida tumultuosa de la pandemia, pero en su lugar la economía global tiene que afrontar dos duros golpes, la fuerte inflación y la guerra en Ucrania, que pueden significar un cambio de era de baja inflación a otra de fuertes subidas de los precios. E, incluso, el fin de la era de la globalización establecido tras la Segunda Guerra Mundial.
El impacto de la guerra se ha manifestado en la subida de los precios de las materias primas, de la energía y de los alimentos.
En abril del 2022, tres cuartas partes de las economías del mundo tenían una inflación superior al 5%, en muchos países en niveles máximos desde hace cuarenta años.
El reto para la banca central es lograr un “aterrizaje suave”, es decir, un ciclo de subidas de los tipos de interés que termina sin recesión (dos trimestres consecutivos de contracción del crecimiento), algo que históricamente ha sido difícil.
Si una economía entra en recesión en los tres años después del pico más elevado del ciclo de la política monetaria, el aterrizaje se define como duro.