El contexto económico internacional seguirá siendo muy desafiante. Los procesos de ajuste monetario en los países desarrollados, para reducir sus tasas de inflación, están en plena ejecución y apuntan a tasas de interés de la Fed y del BCE de alrededor del 5% y 3% anual respectivamente, para el primer semestre del próximo año. A esto se suma el efecto en la liquidez internacional de la reducción del tamaño de sus respectivos balances al ir desmontando las cuantiosas inyecciones monetarias realizadas durante la pandemia.
El efecto más importante para nuestro país está en el incremento del costo de financiamiento internacional. Las tasas de rendimiento de los bonos del tesoro paraguayo a 10 años se duplicaron en los últimos meses, afectando el costo de financiar el elevado déficit fiscal. Mismo impacto tiene en el sector privado. Adicionalmente, debemos considerar los efectos recesivos en la economía de EEUU y de la Zona Euro de este apretón monetario. Una recesión en ambas zonas, sumada a la reducción del dinamismo económico en China por los efectos de sucesivas olas de Covid-19, podría afectar negativamente los precios de commodities y el volumen de comercio internacional de bienes manufacturados, expandiendo la onda recesiva hacia los países en desarrollo. Sin embargo, hasta ahora los precios de commodities agrícolas se mantienen altos, los de la soja en niveles superiores a USD 500 por tonelada; y los precios del petróleo están en niveles inferiores a los picos observados este año, pero con una alta volatilidad. Por otro lado, en los países vecinos no prevemos grandes cambios; lo más relevante es cuán prudente será la política fiscal del gobierno de Lula da Silva considerando la fragilidad de las finanzas públicas del Brasil y el sesgo social de sus políticas; y la Argentina continuará en su proceso de ajuste desordenado con inflación alta y control de cambios.
A nivel interno, el BCP puso una prudente pausa al proceso de ajuste de tasas debido a que la inflación viene convergiendo gradualmente hacia su meta. Según nuestras proyecciones no será necesario seguir aumentando la tasa de interés y la inflación, que este año cerrará en alrededor del 8,5%, se reducirá al entorno del 5% anual para fines del 2023. La tasa actual del BCP corresponde a un ajuste monetario importante; un proceso de normalización de la misma podría iniciarse hacia finales del próximo año en la medida en que las tasas internacionales no requieran lo contrario. Por otro lado, el presupuesto fiscal está en la última etapa de aprobación parlamentaria. Hay un importante incremento en los gastos rígidos, absolutamente irracional considerando la situación precaria de las finanzas públicas y la mala calidad del gasto público; pero el Congreso respetó el tope de déficit del 2,3% del PIB propuesto por Hacienda para cumplir su plan de convergencia a los lineamientos de la Ley de Responsabilidad Fiscal en el año 2024. Con algunas restricciones en la reglamentación y en el plan financiero, el mismo podrá ser ejecutado pero con una menor inversión pública. En resumen, a pesar de las elecciones, el próximo año seguirá el ajuste macroeconómico necesario para reequilibrar la economía.
Finalmente, por la base agropecuaria de nuestra economía, los resultados dependerán del clima, en especial en este diciembre y enero. Si llueve bien, el crecimiento del PIB experimentará un rebote del 6,5% e ingresará un importante monto de dólares adicionales al mercado de divisas que estabilizará la cotización del dólar. Si hay déficit de lluvias, el impacto dependerá de la severidad y, con un BCP con menores márgenes de intervención en la actual coyuntura, implicaría una importante reacción del tipo de cambio para reducir el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. En 60 días estará todo esto más claro, pero la economía viene transitando un proceso de recuperación de la última sequía que esperamos se consolide con una buena cosecha de soja en esta zafra.