19 abr. 2024

Dos imágenes y una pregunta

Hoy meditamos el Evangelio según San Lucas 13:31-35.

El Santo Padre, comentando las lecturas del día tomadas de la Carta a los Romanos (8, 31-39) y del Evangelio de san Lucas (13, 31-35), dijo: “En estas lecturas hay dos cosas que impresionan. Primero, la seguridad de Pablo: ‘Nadie puede separarme del amor de Cristo’. Pero tanto amaba al Señor —porque le había visto, le había encontrado, el Señor le había cambiado la vida—, tanto le amaba que decía que nada podía alejarlo de Él. Justamente este amor del Señor era el centro, precisamente el centro de la vida de Pablo. La otra cosa que me impresiona es esta tristeza de Jesús cuando contempla Jerusalén. ‘Pero tú, Jerusalén, que no has comprendido el amor’. No comprendió la ternura de Dios, con esa imagen tan bella, que dice Jesús. No entender el amor de Dios: lo contrario de lo que sentía Pablo. Sí, Dios me ama, Dios nos ama, pero es algo abstracto, es algo que no me toca el corazón y yo me arreglo como puedo en la vida”.

Allí no hay fidelidad. Y el llanto del corazón de Jesús por Jerusalén es este: “Jerusalén, tú no eres fiel; tú no te has dejado amar; y tú te has fiado de muchos ídolos que te prometían todo, te decían que te daban todo, luego te abandonaron”. El corazón de Jesús, el sufrimiento del amor de Jesús: un amor no aceptado, no acogido. Estas dos imágenes hoy: la de Pablo que permanece fiel al amor de Jesús hasta el final, allí encuentra la fuerza para seguir adelante, para soportar todo. Él se siente débil, se siente pecador, pero tiene la fuerza del amor de Dios, en ese encuentro que tuvo con Jesucristo. Por otra parte, la ciudad y el pueblo infiel, no fiel, que no acepta el amor de Jesús, o peor aún, ¿eh?, que vive este amor pero a mitad: un poco sí, un poco no, según las propias conveniencias.

Miremos a Pablo con su valor que viene de este amor, y miremos a Jesús que llora ante esa ciudad que no es fiel. Miremos la fidelidad de Pablo y la infidelidad de Jerusalén, y en el centro contemplemos a Jesús, su corazón, que tanto nos ama. ¿Qué podemos hacer por Él? La pregunta: ¿me parezco más a Pablo o a Jerusalén? Mi amor a Dios, ¿es tan fuerte como el de Pablo o mi corazón es un corazón tibio como el de Jerusalén?

(Frases extractadas de http://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2013/documents/papa-francesco_20131031_dos-imagenes.html)

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