No se trata de restarle la importancia que tiene lograr conciencia y todo eso; el problema es que la realidad cuenta otras historias que van mucho más allá del discurso.
Sin remedio. Es muy frecuente escuchar, a través de los medios de comunicación, las quejas de los enfermos de cáncer cuando en los hospitales públicos no funcionan las máquinas o no les proveen los medicamentos para sus tratamientos.
A la terrible situación de padecer cáncer, los enfermos y sus familias deben afrontar con mucho estoicismo la realidad de lo que significa tener cáncer en Paraguay. Aquí casi siempre falta algo. Y si hablamos del Instituto de Previsión Social, el seguro privado de los trabajadores, el más caro y el que más maltratos brinda a sus asegurados/dueños, la cosa es igual que en el sector público.
En el Paraguay, el gasto denominado de bolsillo, el que deben realizar las familias a nivel particular, es muy alto y con demasiada frecuencia significa deudas y otras veces implica además la pérdida de la casa familiar o de un pequeño negocio, etcétera.
Polladas. Otra tradición muy paraguaya y muy frecuente de enfrentar a un cáncer son las famosas polladas. Las polladas, si bien representan la orfandad en la que quedamos los ciudadanos comunes ante una enfermedad que se devora no solo la salud sino todos los recursos familiares, también muestran la mejor cara de nuestra humanidad. Es una prueba de que la solidaridad con el prójimo es posible, y sigue siendo la clave para vivir en una sociedad que todavía es capaz de ser humana y compasiva.
Y todo esto sucede por la secuencia interminable de malos gobiernos, que han sido incapaces de crear y sostener políticas públicas que puedan beneficiar a los ciudadanos; a esos mismos ciudadanos que son los que con sus impuestos sostienen los privilegios que ostentan desde el presidente, a los ministros, diputados, funcionarios públicos en general y todos aquellos que viven colgados del Estado paraguayo.
Los que mantienen con su sudor al Estado y sus garrapatas dependen de las migajas que les dan en los hospitales públicos, donde hay poca infraestructura y muchas necesidades.
Pero los zánganos a los que nosotros mantenemos con los impuestos que nos cobran, si enferman, reciben los mejores cuidados, fuera del país. Como ejemplo basta recordar al ex presidente Fernando Lugo y a Pedro Alliana, diputado colorado, presidente de la Cámara de Diputados, quienes recibieron los mejores tratamientos contra el cáncer en un reputado sanatorio del Brasil. Sin embargo, como funcionarios públicos han sido incapaces de trabajar por el bienestar y la felicidad de los que los han votado.
Qué diferente somos al Uruguay, qué envidia este país que construyó políticas públicas y que tiene gobernantes de verdad; donde su presidente Tabaré Vázquez, oncólogo, él mismo al enfermar de cáncer realiza su tratamiento en su propio país.
El discurso rosadito no sirve de nada si los que gobiernan siguen ignorando las necesidades del pueblo; y mientras ellos se regocijan con los discursitos, nosotros continuaremos planificando pollada tras pollada.