VIOLADOR SERIAL. Según explicó la sicóloga Segovia, “el violador serial hace referencia a un hombre portador de una particular predisposición que lo propulsa al acto sexual violento, de modo reiterado y cuyo denominador común será la perpetración de una acción agresiva”.
En ese sentido, menciona que “el eje de su comportamiento no es tanto lo sexual como el poder, el dominio total sobre el otro“. La especialista afirma que en la agresión del violador hay un intento de expresar la superioridad de la masculinidad.
ABUSADOR SEXUAL. Mientras que los abusadores sexuales, según la profesional, son personas que confunden sus sentimientos y su percepción es oscurecida de tal forma que ya no alcanza a ver las reacciones de ansiedad, temor o dolor que la víctima sufre por el abuso sexual. Incluso, algunos llegan a pensar que la víctima llega a disfrutar dicha agresión.
Asimismo, remarca que “el agresor sexual suele ser un individuo que manipula las percepciones, juicios y emociones de los demás con facilidad. Saben mentir con facilidad para negar sus delitos y evadir la condena”.
COMPONENTE RELIGIOSO. La sicóloga explicó que “el abuso sexual por parte de un líder religioso se refiere a cualquier conducta sexual producida en el contexto de la iglesia y donde una de las partes tiene más poder que la otra. El perpetrador puede ser cualquier persona en una posición de líder”. En general, indica la especialista, que la mala conducta sexual del clero sigue un patrón predecible: El perpetrador se preocupa por la víctima y la hace sentir importante y valorada.
El perpetrador anima a depender de él o ella, de manera que la víctima siente la necesidad de tener la ayuda y apoyo de esa persona.
Entonces el perpetrador convence a la víctima de que la necesita. O pueden violar la confidencialidad, hablando con la víctima de manera inapropiada, acerca de problemas personales de sus aconsejados.
Poco a poco, el agresor introduce conductas sexuales de manera que la víctima pueda interpretarlas como apropiadas; por ejemplo, terminar la sesión de orientación con un abrazo e incrementar su intensidad gradualmente. Finalmente, el agresor empieza a presentar una conducta abusiva de manera más evidente con la víctima y hace uso de racionalizaciones espirituales o terapéuticas para justificar su comportamiento.