AFP
BUENOS AIRES-ARGENTINA
“Es muy angustiante. La mayoría de nosotros ha salido a buscar trabajo, pero no consiguió, y el que lo consiguió, es precario”, dice Bruno Di Mauro, de 28 años, ex trabajador del laboratorio Roux-Ocefa, especializado en sueros y productos medicinales.
Despedido en marzo al cabo de seis años de empleo, Di Mauro pasa sus días en una carpa frente a la planta en la que trabajaban 420 personas hasta su cierre el 1 de octubre, a 83 años de su fundación.
Igual destino tuvieron la tradicional planta textil Alpargatas y la metalúrgica Tandil, entre otras. “Hoy la urgencia es comer. Hay compañeros que cayeron en depresiones muy profundas, uno falleció por esa depresión, otro se ha suicidado. Trato de mostrarme optimista”, confiesa Di Mauro, que conformó una cooperativa de trabajadores con la intención de recuperar la planta.
En el segundo trimestre de 2018, el desempleo de Argentina llegó a 9,6%, frente a 7,8% del cierre de 2017. En la periferia de Buenos Aires, donde viven una cuarta parte de los 44 millones de argentinos, el índice trepa a 12,4%.
En Rosario, tercera ciudad de Argentina y puerto agroexportador, el desempleo entre los menores de 30 años crece a 17,7%. Ricardo Barrionuevo, dueño de una pizzería, publicó el 1 de octubre un aviso para cubrir 10 vacantes. Recibió mil postulantes.
Padre de 2 pequeños, Alex Cuello, de 31 años, hace changas, como se le dice en Argentina a los pequeños trabajos informales, para sobrevivir. “Hago de todo un poco, el año pasado hacía changas todos los días, pero ahora solo me llaman uno o dos días y semana por medio. Uno entra en desesperación”, afirma.
Panorama complicado. El ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, reconoció que “en setiembre hubo una caída del empleo, pero no brusca. La caída fue básicamente en el sector industrial, pero todavía el sector servicios se mantiene”.
Según el privado Centro de Economía Política Argentina, en setiembre hubo 8.500 despidos y suspensiones, 10% por cierre de empresas. Se suman a otros 32.100 despidos entre enero y agosto –40% en industrias, 10% en comercio y cerca de 50% en el Estado– y 7.000 suspensiones en el sector industrial.
En el Estado, desde diciembre de 2015 se produjeron unos 32.000 despidos, según cifras oficiales, lo que representa el 13% de la plantilla.
La agrónoma Renata Valgiusti, 53 años, es una de las 400 despedidas en agosto del Ministerio de Agroindustria que se suman a otros 300 en abril, la mayoría técnicos especializados en todo el país.
No cobró indemnización porque, como muchos en el Estado, trabajaba por contrato de renovación automática, aunque sin estabilidad.
Con 20 años de profesión no baja los brazos. “Es un momento para organizarse y pensar en alternativas creativas para seguir en el territorio, sobre todo que el Estado comienza a estar ausente debido al férreo ajuste fiscal”, sostiene. Con casi 35% del mercado de trabajo no registrado, se calcula que por cada puesto formal que se pierde, desaparecen otros tres informales.