El Sportivo Luqueño, del técnico Miguel Angel Zazhú, demostró ante Olimpia que hay dos equipos en uno. Por eso, al final, le quedó un regusto amargo cuando el elenco franjeado empató el partido en el tercer minuto de descuento.
Ocurre que de medio campo para arriba reúne todos los requisitos que se le exige a un equipo de alta competencia.
Dinámica, con un sorprendente cambio de ritmo con Mereles, Abente, Cáceres Cañete, Biancuchi y Ayala. La otra exigencia vital, la precisión, tampoco está ausente.
Sin embargo, cuando le atacan el panorama cambia sustancialmente. El fondo está compuesto por Juan Cardozo, Aguilar, Román y Derlis Cardozo. Empezando por el arquero Villasanti, la zozobra es permanente. Los laterales tienen tanta vocación ofensiva que a sus espaldas quedan tremendos espacios. Por eso la contraofensiva de Olimpia les dañaba. En suma, la defensa no sintoniza la misma frecuencia que sus demás compañeros de línea y el equipo queda descompensado.
LA PELOTA QUIETA. Esta opción de juego resultó esencial para que Olimpia pueda, en alguna medida, equilibrar la mejor posesión de la pelota que ostentaba Luqueño. Todo giraba en torno al colombiano “Mao” Molina. El gol de Ledesma fue un indicador elocuente. Pese a la marca pegajosa de Mereles, supo Molina potenciar los tiros libres y de esquina. La otra faceta que le convino fueron las pelotas aéreas con la presencia lenta pero inquietante de Hébert Arriola.
Ante el vértigo impuesto por Luqueño, Quintana y Ortiz en el medio, Rolón y Romero en el fondo, expusieron todo el bagaje de experiencia que poseen. Evidentemente, cuando enfrentan a rivales veloces la situación se les complica.
Esta vez alcanzó para el empate la legendaria mística que le hizo grande.
La figura
“EL ANIMAL” QUINTANA
Impuso su fortaleza física en el medio; recuperó muchísimas pelotas y corrió incansablemente. No lució en su juego, pero resalta por el enorme esfuerzo y dación en pos de su equipo.