La educación, como tópico, debe dejar de ser un tema de campaña política. Es hora de que afrontemos que la situación es insostenible y se debe asumir el desafío de reparar las deudas que tenemos con la educación pública. Ya no queda tiempo que perder en discursos distractivos. Se debe concentrar los esfuerzos en resolver los problemas que nos han conducido a ser lo que somos, un país que figura en los últimos lugares de ranking regionales y globales. Ese debe ser el desafío para el nuevo Gobierno.
Mejorar la educación supone en primer lugar, mejorar la capacidad de gestión de los funcionarios, y que estos tengan bien definidas las prioridades. Esto es, en primer lugar, la infraestructura precaria que es noticia cada semana con la caída de techos y el reporte de niños que dan clases bajo árboles, pero también las aulas que están en riesgo de derrumbe, instituciones que carecen de baños, servicio de energía eléctrica y agua potable.
Se tiene que entender que infraestructura no son solo techos y paredes. Nuestras escuelas públicas necesitan bibliotecas, laboratorios de informática y espacios donde se fomente el deporte. Resulta muy poco razonable que, por un lado, el Ministerio de Salud se preocupe por la obesidad infantil, y que al mismo tiempo ni escuelas ni colegios públicos dispongan de programas y espacios donde fomentar el ejercicio físico. Este es un claro ejemplo de los problemas de gestión y de organización de las instituciones del Estado.
Otro eje fundamental que se deberá priorizar es los niveles de comprensión lectora y de matemáticas, áreas en las que según mencionó el ministro designado, Paraguay figura en los últimos lugares. Ramírez mencionó que 7 de cada 10 estudiantes paraguayos del tercer y sexto grados no logran resolver los problemas más básicos en matemáticas, de acuerdo con los resultados del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE 2019); y que entre el 70% y 80% de estudiantes no logran aprendizajes básicos en lecto-escritura, según el Sistema Nacional de Evaluación Educativa (Snepe 2018). Estos datos podrán ser superados solamente si se invierte en la capacitación de los docentes, una de las más profundas deudas históricas. Necesitamos maestras y maestros bien formados y sobre todo valorados para que puedan ser capaces de transmitir a niños y adolescentes el amor por el conocimiento. En un país en donde no se ha logrado eliminar la pobreza, sino todo lo contrario, seguirá siendo necesario invertir en la merienda y el almuerzo escolar, pues como afirmó Luis Ramírez, “Con hambre es imposible pensar o desarrollarse”. Se debe sin embargo mejorar la gestión en este rubro, la prioridad deben ser los escolares, y para eso se debe dejar de lado la corruptela en licitaciones, etc. El futuro gobierno deberá invertir más en educación, pero al mismo tiempo deberá considerar asumir mejor su rol de contralor de los recursos disponibles, como es el caso de los fondos Fonacide, gestión en la que los municipios administran estos recursos y salen aplazados ferozmente. Como ejemplo, tenemos Asunción donde la administración de Óscar Rodríguez no ha sido capaz de culminar la construcción de un pequeño sanitario en la escuela pública, Sotero Colmán del Bañado Sur.
Con todos los problemas que tenemos y las deudas históricas que cargamos, es inaceptable discutir sobre cualquier aspecto de la educación que no implique que los niños y jóvenes entiendan lo que leen, que sepan resolver los problemas básicos de matemáticas; que estudien en ambientes seguros y dispongan de bibliotecas y campos de deportes, con maestros motivados y bien formados.
Esa es la única manera en que el país podrá aspirar a alcanzar niveles de desarrollo óptimo y superar los vergonzosos niveles de desigualdad.