No creo en las brujas ni en las coincidencias. Pero que las hay, las hay. Brujas en especial. El martes 20 de abril que pasó, en el mismísimo día del festejo popular de la victoria electoral de Fernando Lugo y de la Alianza para el Cambio (APC) del 2008, el para nada querido y querible Fondo Monetario Internacional (FMI), muchísimas veces mejor odiado como el mismo Lucifer, con el que ya no tenemos acuerdo alguno, tipo stand by, por ejemplo, nos regaló una colección increíble de elogios al Paraguay, en un comunicado oficial. Cualquier parecido con la realidad económica no es pura coincidencia.
Detengámonos, por favor, en la parte sublime del mensaje de amor: “Vimos que la credibilidad del equipo económico del Gobierno se afianzó significativamente en 2009, reflejando el exitoso mantenimiento de la estabilidad macroeconómica. Esto fue resultado de la excelente gestión de los desafíos presentados por la sequía severa y la crisis financiera internacional”.
Y posteriormente hacen un bien definido resumen del margen de maniobra que tiene la economía paraguaya para avanzar: “En el 2009, y en reacción a una caída del PIB real que finalmente fue del 3,8 por ciento, las políticas monetaria y fiscal adoptaron una posición contra cíclica - lo cual fue favorecido por la depreciación real efectiva del guaraní- , que ayudó a limitar el descenso de la demanda interna. La inflación disminuyó a 1,9 por ciento durante el año, a pesar de la política expansiva implementada. Al mismo tiempo, el Gobierno aplicó una política de gasto anticíclica mediante un aumento sustancial de la inversión pública (que aumentó en un 67 por ciento en términos nominales) y de las transferencias condicionadas (combate a la pobreza extrema), sin sacrificar los demás componentes del gasto. A pesar de este aumento significativo en el gasto público, se alcanzó un superávit fiscal del 0,1 por ciento del PIB, debido al incremento de la recaudación del orden del 6,4 por ciento con relación al 2008. De esta manera, la deuda pública se mantuvo baja, en un 23 por ciento del PIB, mientras que la calidad de la supervisión bancaria fue fortalecida substancialmente”.
¡Aplausos! ¡Aplausos! Los aplausos del FMI sirven para casi gritar que no estamos muertos. No todo está peor. No todo está perdido. No lo digo yo. Ustedes leyeron el certificado de felicitaciones del FMI. No seamos estúpidos, por nacimiento o por hacernos. Borremos lo que Paraguay tiene de Honduras. Por favor. El presidente Lugo debe, tiene y puede llegar bien al 2013. Y el que gane las elecciones en ese momento, debe hacerlo no porque al país le vaya mal, sino por ofrecer un cambio mejor. Elegir lo mejor. No al menos peor. Como dice el amigo José María Costa: “Hay que festejar el gran cambio de pasar de ser votantes a ser electores”.
Estoy podrido de aquellos que creen que al país le irá bien si al gobierno de Lugo le va mal y peor. Y, en consecuencia, hay que evitar de todas formas que “algo le salga bien” al actual Gobierno. El espíritu de destruir primero para después “volver” a construir ha colocado al Paraguay en el círculo vicioso, maligno y maldito, de conspirar eternamente, desde la oposición, sin querer queriendo, para retomar el poder al precio que fuere, usando al país como trapo sucio. Es de pendejos jugar y abusar del cucu del juicio político. Sin estabilidad política, no tendremos gobernabilidad. Y sin gobernabilidad, podemos incluso hasta continuar creciendo económicamente, pero nunca desarrollarnos.
Y alguna vez hay que aclarar muy bien a la gente quién o quiénes no quisieron aceptar la derrota y la caída del Partido Colorado aquel domingo 20 de abril de 2008, mucho antes incluso de que los votos del pueblo cantaran la verdad, y con más rabia al ir conociéndose de manera pública los resultados de las bocas de urna. Fueron varones y no mujeres los que pensaron en patear la victoria electoral luguista y mantener al coloradismo en el poder. Y fue una mujer, Blanca Ovelar, en soledad, la que tuvo un coraje cívico ejemplar para salir a dar la cara por televisión y reconocer la derrota de su partido y de su candidatura, aplaudiendo la victoria opositora, como contundente señal al país y al mundo de que “somos pacíficos y civilizados, y no violamos la Constitución”. Ella frenó lo que se quería intentar. Con ese tipo de coloradismo, Paraguay tiene futuro.
Siempre hay que festejar el 20 de abril de 2008, poco o mucho. Fue patriótico. Fue histórico. Esto no es una farsa. El FMI, casi como un partido político de la alianza, festeja a su manera y en forma cómplice por un país con crisis política, pero sin crisis económica, lo que no quiere decir que tengamos una economía nueva. ¡Por Dios! La gente quería el cambio y quiere el cambio. Claro, el gobierno de Lugo está todavía en pañales con caca. Esto es mirando nuestro país en el muy cortísimo plazo.
Con una mirada más amplia y extensa hay que nuestra democracia toda está en pañales con caca. Pero ya nacimos. La democracia paraguaya prácticamente nunca existió en nuestros casi 200 años de independencia política. Sólo se salvan el gobierno del único estadista que realmente tuvo Paraguay (1924-1928), Don Eligio Ayala, y la primavera de 1946, que fue la antesala de la guerra civil. Seamos parte de la solución y no de la caca, perdón, del problema. Maduremos, o tendremos que usar pañales toda la vida con caca de bebé.
Duele decirlo, pero hay que decirlo.