Marisol Ramírez
Para la docente, esposa y madre de tres hijos Graciela Gamarra (39), la experiencia de vida con el Covid-19 fue muy dura. Si bien ella no contrajo el virus, pasó difíciles pruebas junto a sus hermanos, Mariela y Diego, llevando la “procesión” que implica hacerse cargo de los pacientes con la enfermedad.
“Vi a mi padre apagarse de a poco”, recuerda Graciela, quien luchó hasta el último minuto por conseguirle a su padre Ramón Gamarra (71) una cama en Terapia Intensiva, recorriendo hospitales, medios de comunicación, tocando todas las puertas, mientras los médicos decían que él no reunía los criterios para ingresar a UTI.
Don Ramón peleó contra el virus un mes, y no logró vencerlo, a pesar de que no tenía enfermedad de base. En tanto que su esposa, Lorenza Godoy de Gamarra (61), padeció 18 tortuosos días con el virus, internada en el Ineram. “Desde que el virus tocó las puertas de mi casa el 10 de marzo de este año, pasé por tres etapas, primero con papá, luego mamá y luego mi despertar a la misión de ayudar a otros a atravesar esto”, relata Gamarra, quien en medio de toda su situación se hizo cargo de una de las carpas solidarias que están apostadas frente al Ineram.
APRENDIZAJE Y SOLIDARIDAD
Los momentos de dolor que atravesó Graciela Gamarra fueron intensos, desde tener que dejar de lado a su propia familia, esposo e hijos para hacerse cargo a tiempo completo de sus padres, dejar su trabajo y dejar de atender sus propias necesidades. Sin embargo, todo lo vivido conmovió tanto su corazón, que decidió ayudar con su experiencia ganada a otras personas que empiezan a atravesar por lo que ella experimentó.
“Me hice cargo de una pequeña carpa cuando vi que la estaban rapiñando porque la había dejado abandonada una familia que perdió a su paciente”, recuerda.
Gamarra empezó a gestionar donaciones, contactar con empresas para donaciones. “Conseguimos un container, pedimos cosas”, detalla la docente que se hizo muy conocida en el medio porque diariamente pedía una cama de UTI para su padre, mientras su madre permanecía también internada por el virus. “Todo fue muy difícil, atender a mis padres que estaban en hospitales separados, atender las donaciones de las que de pendían 190 familias, hasta hoy día”, relata y agrega que la solidaridad que sintió en todo momento le impulsó a seguir con esta responsabilidad, que según dice, “solo entiende quien vivió todo esto”.
Hoy Graciela siente que tiene que seguir con su propósito. “Lastimosamente yo tuve que conocer este llamado perdiendo a mi padre en el camino hace 3 meses”, finaliza.
Tu vida cambia totalmente
Graciela Gamarra rescata el gran aprendizaje de lidiar con el Covid-19. “Tu vida cambia 180 grados. En mi caso me hice voluntaria de una carpa de donaciones para ayudar a personas necesitadas que tienen gente internada. Aprendí a valorar cada momento en familia, desde fechas especiales, hasta los pequeños detalles, porque todo puede cambiar de un día para el otro”. Graciela Gamarra insta a las personas a colaborar con las carpas de ayuda en los hospitales. “Hay de todo, pacientes abandonados por sus familiares, gente que se queda sola y pide apoyo. Es tan grande la sensación de paz, tranquilidad que brinda ayudando a otros”.