Cumplir promesa de que todos los paraguayos van a estar mejor

El nuevo presidente Santiago Peña se comprometió, en su discurso de apertura, a ejercer un liderazgo firme y ético, basado en la transparencia. De él se espera que sea capaz de dialogar con todos los sectores políticos, y que gobierne para el bienestar de todos los paraguayos. Debe, sin embargo, considerar antes el peligroso copamiento del sector colorado cartista en el Ejecutivo, el Congreso, el Consejo de la Magistratura y el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, pues tiene grandes problemas nacionales en su agenda.

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Cumplir con la promesa que entrañaba el lema de la campaña electoral, aquella que aseguraba que “Vamos a estar mejor”, no va a resultar una tarea sencilla para el nuevo presidente de la República. El traspaso ordenado de una administración a otra es un hecho importante para nuestra democracia; esto no lo debemos perder de vista a la hora de juzgar los grandes desafíos que deberá enfrentar Santiago Peña como presidente.

Tiene en sus manos una enorme responsabilidad y de su buena gestión y de los resultados positivos que logre su equipo de trabajo dependerá la felicidad y el bienestar de los paraguayos y paraguayas. Esto deberá ser su principal prioridad: trabajar sin descanso por elevar la calidad de vida de la población.

No solamente deberá enfrentar los desafíos de un país con índices de pobreza y desigualdad, con inseguridad y graves problemas sociales, sino que le tocará encarar la pesada carga que suponen sus deudas y compromisos políticos. De cara al mundo también debe mostrar apertura, pero el desafío más relevante es demostrar que podemos ser un país confiable a pesar de cómo nos ven.

Destaca en este punto la visión extendida —como señala la organización InSight Crime— de que el nuevo presidente deberá enfrentar “intereses bien arraigados del crimen organizado, algunos de cuyos miembros parecen tener nexos estrechos con integrantes de su mismo gabinete”. Señalan la relación de Peña con Cartes, de su gabinete con fuertes nexos con el ex presidente, puertas giratorias y el difícil equilibrio que deberá buscar.

En su discurso de apertura —aunque no mencionó las puertas giratorias, que se van abriendo cada vez más, como se ha podido comprobar con algunos recientes nombramientos—, sí mencionó no obstante el crimen organizado y la necesidad de un enfoque regional para mejorar la cooperación en términos de inteligencia para luchar contra el crimen organizado. Afirmó Santiago Peña que trabajará duramente para que la política deje de ser una tentación para el crimen organizado.

En cuanto a salud, afirmó que van a “hacer las cosas bien” y prometió eficiencia y transparencia en el uso de los recursos; asimismo, advirtió que en salud no hay segundas oportunidades: “Basta de largas filas de espera, agendamientos interminables, equipamiento que no se usa por falta de insumos”.

El nuevo presidente ratificó su compromiso de involucrarse en la modernización de la gestión educativa y en asignar los recursos necesarios. Dijo que se debe mejorar la calidad de vida de los docentes, para que “puedan impulsar los cambios que permitirán entregar una educación de calidad, y a dejar de hacer remiendos en infraestructuras obsoletas”.

Sobre el actual tema de la inseguridad, Peña propone combatirla con más efectivos en las calles, y en cuanto a la lucha contra la pobreza, mencionó la red de protección social, evitando la dispersión y la duplicación, factores propicios de la corrupción.

Particularmente ayudará al nuevo presidente recordar las oportunas expresiones del arzobispo de Asunción, cardenal Adalberto Martínez, quien durante la celebración religiosa que congregó a las nuevas autoridades, les exhortó a cuidar con “celo patriótico” la independencia de la Justicia en todos sus niveles; a combatir el uso de los bienes públicos para provecho privado, y que asuman la gestión del bien común no como “un simple enunciado”, sino como un deber y compromiso ineludible de orden social, político, jurídico y moral. Importante mensaje del arzobispo a Peña y a todo el pueblo paraguayo: la razón de ser de los gobernantes es el bien común y que lo opuesto a este es la corrupción.

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