Durante la celebración del tedeum por los 211 años de Independencia del Paraguay, monseñor Adalberto Martínez realizó una dura descripción de la realidad social que somete a la población y no permite al país tener libertad.
Sobre el asesinato del fiscal Marcelo Pecci, refirió que este crimen conmociona el país y no debe ser considerado como un caso aislado.
“Es una herida de muerte, como ya decíamos los obispos, en el corazón de todos los paraguayos que buscamos vivir seguros, felices, con justicia y paz social. Este hecho criminal exige la adopción de todas las medidas legales de los organismos públicos para su pronto y total esclarecimiento, para que se identifique a los autores morales y materiales y para que se les aplique todo el peso de la ley”, remarcó.
“En un país cristiano, los síntomas sociales del Paraguay hoy señalan que somos un país marcado dolorosamente por la violencia en varias de sus formas, por la inequidad estructural. Miles de paraguayos desde hace años se ven obligados a migrar porque en la patria no encuentran los suficientes recursos para el arraigo”, indicó.
Ante la atenta mirada de las autoridades, entre ellas el presidente de la República, Mario Abdo Benítez; el vicepresidente, Hugo Velázquez, y el vicepresidente de la Corte, Alberto Martínez Simón, el arzobispo de Asunción recordó que otros paraguayos viven en situación de pobreza extrema y que la corrupción y la impunidad, “como la epidemia, avanzan enfermando de muerte el tejido social de la nación”.
“Las instituciones democráticas son débiles. La presencia y la acción del narcotráfico y del crimen organizado es cada vez mayor, copando a las instituciones de la República. Su criminal acción se siente, se padece, está visible ante nuestros ojos todos los días. La delincuencia también en todos sus modos y de varios modos de violencia y guante blanco. El sicariato que va en aumento se practica sin pudor y a plena luz del día segando vidas valiosas”, lamentó.
“Un Paraguay así duele mucho y lo somete a múltiples cadenas que lo mantienen cautivo y la patria soñada puede convertirse en una pesadilla, la que requiere nuevos próceres, patriotas para mantener y profundizar la gesta de la independencia que recordamos hoy”, señaló.
Invitó a todos los habitantes del territorio nacional a que no permitan que se les robe la alegría y la esperanza y que, a su vez, asuman los desafíos para que nazca un nuevo Paraguay.
En ese sentido, mencionó que es necesaria una conversión profunda de los cambios estructurales, que comience con cambios de actitudes, formas de pensar y en la práctica cultural.
“El Paraguay de hoy tiene hijos desgraciados, porque lamentablemente existen amos y señores insaciados que usurpan sus bienes. La corrupción pública y privada no deja de dañar y malgastar los recursos destinados a mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo, sobre todo de los sectores vulnerables como el campesinado y los indígenas”, cuestionó.
Dijo que el país sigue carente del bien común, de la salud, educación, el alimento, la tierra, el trabajo, del ingreso justo, de una vivienda, del servicio público de calidad.
“Hay signos de crecimiento en algunos sectores de la política, así como signos de estancamiento y retroceso. Se debilita el ejercicio de la autoridad cuando la eficacia y la idoneidad y la probidad moral de los que ocupan cargos no están a la altura de las exigencias. Los tres poderes del Estado, más todas las instituciones públicas, son los espacios claves donde se definen cambios para el desarrollo y la paz social”, sostuvo.
Asimismo, hizo un pedido de trasladar las palabras a las acciones y, en un país que se llama profamilia y provida, cuidar a la familia, a los niños y adolescentes. Repudió al abuso sexual de los niños, niñas y adolescentes e instó a la adopción de medidas de prevención de abusos sexuales.
También expresó su acompañamiento a las familias Edelio Morínigo, Félix Urbieta y el ex vicepresidente Óscar Denis, secuestrados por grupos armados.