El Señor nos enseñó a ser agradecidos hasta por los favores más pequeños: Ni un vaso de agua que deis en mi nombre quedará sin su recompensa. Si estamos atentos a Dios y a los demás, apreciaremos en nuestro propio hogar que la casa esté limpia y en orden, que alguien haya cerrado las ventanas para que no entre el frío o el calor, que la ropa esté limpia y planchada... Y si alguna vez una de estas cosas no está como esperábamos, sabremos disculpar, porque es incontablemente mayor el número favores recibidos.
San José María Escrivá dijo: Cuando estés enfermo, ofrece con amor tus sufrimientos, y se convertirán en incienso que se eleva en honor de Dios y que te santifica. Mira con qué amor (Jesús) se abraza a la Cruz. Jesús lleva Cruz por ti: tú, llévala por Jesús. Pero no lleves la Cruz arrastrando. Llévala con aplomo, porque tu Cruz, así llevada, no será una Cruz cualquiera: será... la Santa Cruz. No te resignes con la Cruz. Resignación es palabra poco generosa. Cuando de verdad la quieras, tu Cruz será... una Cruz, sin Cruz. Y de seguro, como Él, encontrarás a María en el camino.
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