Las estadísticas correspondientes al segundo trimestre del 2020 sostienen que unos 376.000 jóvenes, de entre 15 y 29 años de edad, se encuentran sin ocupación e inactivos en el contexto de la pandemia del Covid-19.
De esa cifra, 161.563 se encuentran desocupados, 83.714 subocupados y 130.815 están inactivos a causa de la cuarentena.
Significativamente, el desempleo abierto disminuyó durante el segundo trimestre del año, pues durante el primer semestre fue de 190.093, mientras que actualmente hay 28.530 jóvenes que salieron de esta franja, según la encuesta. En contrapartida, creció la subocupación durante el segundo trimestre, frente a las 62.535 personas subocupadas durante el primer trimestre. Esto revela que existen 21.179 jóvenes más que están subocupados por insuficiencia de tiempo de trabajo.
El informe consigna además que, del total de la población actual del Paraguay, un 27% representa a la población juvenil de 15 a 29 años de edad. Es decir, de 7.159.305 habitantes tomados como base durante el segundo trimestre de este año, 1.929.399 se encuentran dentro de esta edad, de los cuales a su vez 941.343 son hombres y 988.056 son mujeres.
Resultan también datos importantes a tener en cuenta que la población juvenil que solo estudia abarca el 19,9%, mientras que quienes solo trabajan representan el 48,3%; quienes no estudian ni trabajan ascienden a 12,9% y los jóvenes que estudian y trabajan alcanzan el 19,0%. La tasa de asistencia a una institución de enseñanza formal de la población de 15 a 24 años de edad por área de residencia asciende al 50,4%, del cual el 54,8% corresponde a la población urbana y el 41,9% a la rural.
Estas cifras estadísticas actualizadas deben llamar la atención de las autoridades acerca de lo que está sucediendo con la juventud. El Paraguay es un país en donde el 70% de su población es ciertamente joven y el 60% es menor de 30 años, situación que se considera como un bono demográfico, que constituye una ventaja irrepetible que debe ser aprovechada para invertir en dotarles de todas las capacidades, del capital humano de salud, de oportunidades de empleo y de educación, para que cuando se inserten en la vida productiva puedan aportar con mayor eficiencia, algo que, sin embargo, no ha estado ocurriendo en las condiciones deseables, situación que la crisis de la pandemia ha agravado aún más.
Entre las prioridades de las políticas de Estado para revertir los diversos efectos de la crisis, crear empleos para los jóvenes debe ser una de las más importantes. Desatender esta problemática puede tener una grave consecuencia social.