Lleno de incompetentes, vulgares ladrones, que además son absolutamente incapaces de ningún sacrificio. Este mes trabajaron menos de una semana, pero cobrarán como si lo hubieran hecho. Los pillos de la ANDE, viendo que se les venía el recorte de las bonificaciones familiares de más de 12 millones de dólares, forzaron una reunión de un consejo económico que, por presión popular, tuvo que echarse para atrás en este pago. Los sindicalistas dicen que colapsarán. No fueron claros si nosotros, ellos o el servicio. La Ocholaski en tribunales presiona, aunque no hace la huelga de hambre por temor al coronavirus y los sindicatos del sector público –los de los “derechos adquiridos”– no abrieron la boca para pedir algún gesto de solidaridad hacia sus desahuciados y quebrados mandantes en cuarentena sin producir ni recibir nada desde hace más de dos semanas. Los que mandan son 6.700.000 y los que obedecen 320.000. En varios países se recortaron sus ingresos en proporción directa al menor ingreso del IVA, que es el impuesto sobre el que se sostiene gran parte de sus salarios. Dos semanas más y esto colapsa. No habrá más plata ni para eso porque el consumo caerá más y la bronca hacia ellos generará la anhelada reforma del Estado. Los que no cobran nada se rebelarán contra quienes ni por oportunismo tienen capacidad para renunciar a una parte de sus haberes.
Los legisladores presentan tímidas propuestas solo para justificarse. Cuando tuvieron la ocasión de hacer la revolución con la ley que aprobaron todos se callaron codiciosamente. Ni hablemos los de las binacionales. Ahí, entre el salario mensual de sus presidentes y consejeros, se pagan fácilmente los costos de un pueblo de 15.000 habitantes y se les hace a todos la prueba del Covid-19 de gentileza.
Este es el Estado paraguayo al descubierto. El que su Ministerio de Salud gastó el año pasado solo el 46% de su presupuesto y en donde Camilo Soares puede aún interponer un recurso judicial por el coronavirus para evitar ir preso por la compra de unos coquitos sobrefacturados hace una década. Los mismos que se querían morfar algunos, y que este Estado que tenemos es incapaz de repartirlos honestamente tan siquiera. Si ahora después de esta obscena exhibición de impudicia no cambiamos es porque somos masoquistas o inútiles.