El estudio, del cual se hizo eco una publicación de este diario, puntualiza el hecho de que la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes –uno de los indicadores para medir la inseguridad de un país– viene reduciéndose desde hace varios años. Sin embargo, la sensación de inseguridad creció a nivel nacional.
El estudio, realizado por el Instituto de Ciencias Penales y Sociales (Inecip-Paraguay) y la Universidad Nacional de Pilar, incluyó la Encuesta Nacional de Victimización, que se realizó con la metodología propuesta por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen. La última encuesta de este tipo data del 2010.
El trabajo se basa en una encuesta realizada a 3.150 personas en todas las zonas del país, y presenta una verdadera radiografía de la sensación de inseguridad y sus efectos económicos, y hasta los cambios de hábitos que esta genera.
De acuerdo con los expertos, en los últimos 20 años la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes ha venido descendiendo en forma sostenida, salvo pocos picos de subida. La tendencia es decreciente, pese a los datos aportados por algunos departamentos del país, como Amambay, que tienen tasas muy altas, que llegan a 85 asesinatos por cada cien mil habitantes. El dato que aporta este estudio es que el Paraguay no es un país cada vez más violento, si se tienen en cuenta los indicadores de homicidios, que es el parámetro utilizado a nivel internacional.
Los datos del informe nos muestran un desmesurado temor al delito. De hecho, la percepción del aumento de la delincuencia afecta a más del 95% de la población paraguaya, cuando en realidad los índices objetivos de delincuencia y tasas de victimización muestran un descenso del 31,34% de los homicidios dolosos y leve aumento de los delitos contra la propiedad entre 2010 y 2017.
Cómo explican estos datos los estudiosos? Pues según estos, una de las causas de este excesivo miedo al delito sería una “creciente criminología mediática”, vinculada al hecho de que el 90% de los encuestados aseguran informarse casi diariamente a través de la televisión. Sin embargo, la sensación de inseguridad también encuentra una explicación en la falta de credibilidad de las autoridades y de las mismas instituciones, así como también en la impunidad que provoca la escasa confianza en la Justicia, por un lado, y, por el otro, en ese verdadero cáncer que es la corrupción.
No se debe soslayar el peligro que conlleva que con este “pánico moral” se puede incluso poner en peligro la democracia, cuando se comienzan a cuestionar derechos consagrados a nivel constitucional y se propaguen discursos que promueven la intolerancia. No cabe duda de que el Estado requiere de políticas de seguridad subjetiva con acciones decididas a otorgar a la ciudadanía la sensación de seguridad y bienestar, tal como sugiere el documento en sus conclusiones.