30 may. 2025

Con muy poco pienso…

Esta crónica pertenece a esas cosas cotidianas de la vida que suceden a cualquiera. Me cuenta un amigo que cierta vez necesitaba una cocinera y que por tal motivo se presentaron varias postulantes.

La pregunta obligada que les hacía era ¿cuánto querían ganar o, simplemente, cuánto cobraban? Una de las respuestas le sorprendió, y es probable que ya la haya escuchado alguna vez; fue esta: la mujer dijo que cobraba, supongamos, cuatrocientos mil sin pienso y quinientos mil con pienso.

Mi amigo no entendió bien al principio lo que había escuchado. ¿Qué era eso? Ella le explicó, de manera sencilla, que si le decían cada día lo que querían que preparase para comer, cobraba menos, porque se ahorraba el hecho de pensar qué comida preparar por su cuenta. Si no le decían nada, era más caro, porque tenía la obligación de ponerse a pensar.

Y ¿sabe?, eso lleva tiempo para una mente que se atiene a las cosas sencillas o tal vez acostumbrada a la comodidad de que le digan qué hacer. Reflexionaba, sin proponérselo, como el escritor español Baltasar Gracián, que decía: “El no y el sí son breves de decir, pero piden pensar mucho”. Tomar decisiones es un trabajo adicional, ¿se entiende?

Es muy probable que esto sea generalizado en cualquier ámbito de la sociedad. Hay funcionarios que trabajan sin pensar y a veces no saben lo que es eso cuando son planilleros; hay funcionarios que cobran un sueldo tan elevado que da la impresión de que se les paga por pensar.

Esto significa que tienen la obligación de ‘pensar’ en la gente, en el bien común; tienen que pensar leyes que faciliten el buen mecanismo de la sociedad. En fin, muchos detalles que pensar, y si uno cree que se han dado cuenta, no es así.

Muchos usan su empleo, no importa la jerarquía que sea, para especular sobre su propio futuro, para el soborno, para imponer sus intereses políticos, las coimas que se materializan en la oscuridad de la impunidad.

El pienso a mi favor es lo común. Si algunos tendrían que cobrar por pensar en su trabajo, cobrarían de vez en cuando, porque no es lo corriente. Hay que invertir un poco más en la tarea de analizar lo que uno es o hace.

Leonardo Da Vinci, el polifacético genio, señaló que el que poco piensa, se equivoca mucho. El poeta Antonio Machado fue más lejos en su ironía: “De diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. Y ahora los dejo, porque ando con poco pienso.