04 sept. 2025

''Como sociedad nos cuesta ponernos en el lugar del adicto’’

APOYO. Hace 8 años un centro de rehabilitación en San Antonio ayuda a adictos.

Paciencia, tolerancia y no juzgar al prójimo. Son actitudes que se deben emplear cuando se habla de la rehabilitación de un joven adicto a las drogas. ‘‘Es un proceso que no se limita solo a la desintoxicación’’, afirma el presbítero Willian Gerding, párroco de la Parroquia San Antonio de Padua, en la ciudad de San Antonio, y encargado del Centro de Rehabilitación de Adicciones denominado María Madre de Dios.

Hace ocho años este espacio en construcción da asistencia ambulatoria a niños y jóvenes que por problemas de adicción fueron echados de sus casas y no tienen a donde ir. La conexión con la familia se rompe y encuentran la calle como única alternativa que empeora la situación, indica el párroco. ‘‘La hermana Regina Sian siempre decía que la persona adicta tiene dos caminos: La muerte o la cárcel’’, recuerda.

Por eso que este centro, además de brindar apoyo de rehabilitación, se enfoca en la prevención; trabajando con jóvenes de San Antonio para acompañar a sus pares, concienciar a los más chicos sobre los peligros de las drogas y –por sobre todo– ayudarlos a encontrar un sentido a sus vidas. Tras la pandemia en Paraguay, Gerding haciendo referencia a un estudio, subraya que el 70% de nuestros jóvenes no tiene un proyecto de vida, tienen miedo a fracasar. Este miedo a malograr sus objetivos no lo toleran porque no comprenden que para llegar a su objetivo también tienes que fracasar o meter la pata. ‘‘Esta es una realidad que se percibe en los jóvenes que llegan al centro’’.

‘‘Queremos ir instalando con estos jóvenes que su vida tiene sentido, ayudarlos a tener un proyecto de vida a dónde quieren y cómo quieren llegar. Este es el gran desafío. Había dicho el obispo Gavilán que una idea en 10 años va prendiendo y este centro lo está logrando. Nuestros jóvenes de la parroquia están sanos y con objetivos’’.

Ante la problemática de salud pública, Gerding lamenta que como sociedad misma nos cueste ponernos en el lugar del otro. ‘‘Siempre estamos juzgando, condenando y eso nos lleva a herir, a lastimar porque no conocemos la historia de cada joven’’. Tampoco –detalla– sabemos sobre la dura realidad de muchos padres que tuvieron que ir al exterior a trabajar, dejaron a sus hijos solos y estos terminaron creciendo en un ambiente de muchas necesidades, de mucha carencia.

‘‘Muchos padres viajaron y los hijos quedaron bajo el cuidado del abuelo, abuela. Y hay que decir un poco que no solo de afecto, de cariño, sino también de lo básico precisan. Un joven me dijo el otro día ‘‘quise responsabilizarme de todo y eso me llevó al pozo porque no pude encontrar un trabajo seguro; me encontré solo”.

Entonces –lamenta Gerding– muchos de nuestros chicos dejaron de ir a la escuela, al colegio y mucho menos pudieron llegar a la universidad, y esto es doloroso para ellos. Unos 20 adolescentes y jóvenes son atendidos en el centro, reciben comida, contención; se da apoyo y toda la información a las familias para tratar el problema de la adicción. Gerding dice que ninguna desintoxicación resulta si no se les brinda un apoyo multidisciplinario.

Espacio. El centro de Rehabilitación de San Antonio no puede operar al 100% como lo proyectado por la falta de recursos y del compromiso de las autoridades para atender esta pandemia que desde años se alertaba que iba a pasar. ‘‘Todavía estamos a tiempo’’.

Los interesados en apoyar la obra pueden hacer transferencias a la cuenta de ahorro de Visión Banco N° 2723529 a nombre de Willian Gerding, CI: 1439278. En la comunidad, el trabajo de 8 años empieza a dar sus frutos: jóvenes alejados de las drogas y preparados para acompañar a quienes necesitan, pues saben que detrás de la adicción hay problemas más grandes que nos hacen reflexionar sobre cómo estamos viviendo en la sociedad.

Queremos ir instalando con estos jóvenes que su vida tiene sentido, ayudarlos a tener un proyecto de vida. William Gerding, párroco.

Más obras de la Iglesia

Existen varias diócesis, parroquias y comunidades que realizan las tareas de prevención y acompañamiento como en la parroquia San Antonio de Padua. Entre otras iniciativas de la Iglesia se tiene el trabajo de la Comunidad Cenáculo, que da asistencia y rehabilitación de manera integral con oración y trabajo; también Los Hermanos Pobres de El Camino, una obra de los franciscanos que tienen casas de rehabilitación con granjas. A nivel arquidiocesano está la Pastoral de la Misericordia. También en Canindeyú, Encarnación y Ñemby se instalaron las Fazendas de la Esperanza, comunidades que buscan liberar la adicción a las drogas. De la misma manera, se consolidaron iniciativas en las congregaciones, como las Misioneras de la Inmaculada Concepción, con el programa Plan Joven en zona de alta vulnerabilidad, como San Pedro del Paraná; Papetra en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Ciudad del Este y Pepetres. Otro espacio está atendido por las Hermanas Terciarias Capuchinas en los pasillos del Abasto realizando un servicio silencioso y samaritano. Igualmente, los schoesntattianos tienen una casa de recuperación de adictos en Tupãrenda; también los Hogares San Roque y las religiosas del Instituto de las Hermanas pobres de Jesucristo.