Me llamo Diana Centurión. Soy madre de tres niñas y trabajo como camionera.
Mi historia con el volante fue desde muy chica. Siempre me apasionó ese mundo porque fue en el que me crié y me malcrié. Mi abuelo, mis tíos y mi papá trabajaron en todo lo que es transporte y en la generación, ahora, me toca a mí siendo mujer.
A los ocho años yo ya aprendí cómo se maneja un auto, porque ya tenía mucho interés. Y a los 20 años ya me animé a ser chofer de colectivo, luego de taxi y ahora de camiones, haciendo viajes internacionales. Toda mi vida estuve en el volante, así que ya no me sorprende que la gente se sorprenda al verme manejando un camión, un taxi o un colectivo.
Mi papá fue el que siempre me enseñó, me crió luego como una forma de demostrar que yo también puedo estar a cargo del volante.
AL MANDO DE LA LÍNEA 31
Fui la primera chofer de colectivo de la Línea 31, en la época en que no había billetaje; me tocaba ser conductora, cobradora, además de atender para subir y bajar a pasajeros. Todo eso con la presión encima de demostrar que no por ser mujer no podía hacerlo bien.
Tuve que soportar mucha discriminación y también acoso dentro de un rubro tradicionalmente de varones. A veces paraba el bus y cuando veían que era mujer decían que iban a esperar nomás otro colectivo. Más de una vez tuve esa experiencia.
Algunos me miraban de manera rara, tipo... qué yo hacía manejando un colectivo. Y en cuanto al acoso, era más por el lado de que pensaban que me iba a buscar otra cosa, no a trabajar. Soportaba además comentarios como: qué hago acá en el trabajo que es de los hombres, que mi lugar era en la casa. Eso venía sobre todo por parte de los señores mayores, que no tenían la mente abierta.
También quiero resaltar que muchos de mis compañeros fueron muy buena onda conmigo, me cuidaban, me hacían sentir como una más del grupo. Me pasó eso tanto cuando estaba trabajando en la línea como cuando fui taxista.
Todas esas situaciones por las que pasé me ayudaron a ser más fuerte, a demostrar que yo puedo marcar el territorio.
Crecer en el ámbito del transporte también me ayudó mucho porque ya le conocían a mi abuelo, tíos, a mi papá, a mi hermano, que también es chofer de camión.
A BRASIL EN SCANIA
Después de varios años como chofer de colectivo me animé a ir a Brasil a manejar una Scania. Me avisaron que había una empresa que contrataba mujeres y me fui. Transportaba materiales de mármol, me acuerdo. Allí trabajé cerca de dos años.
Luego mi abuela se enfermó y me mandó llamar. Me decía que venga ahora, que me quede con ella y que después no esté llorando sobre su cajón. Crecí con mi papá y mamá, pero siempre fui abuela memby, la mimada, la primera nieta. Entonces decidí volver por mi abuela, quedarme a cuidarla.
HISTORIA EN EL TAXI
Al dejar mi trabajo en Brasil decidí trabajar como taxista. Lo fui por siete años, a veces hacía por 24 horas.
En esa época, sin GPS, la forma de cuidarme era por taxirradio, las operadoras seguían mi viaje. Cada tanto me llamaban por número de móvil y con código me preguntaban cómo iba mi viaje y el comportamiento del pasajero. También mis compañeros estaban pendientes del viaje a través de la radio.
Por suerte no me pasó nada, incluso tenía muchas clientas mujeres que preferían viajar conmigo por seguridad, a diferencia de lo que me pasaba cuando manejaba el colectivo.
Las mujeres eran las que menos confiaban para subirse en el bus cuando me veían en el volante.
EN CAMIÓN A URUGUAY
Finalmente, hace seis meses volví a mi gran pasión que son los camiones de gran porte.
Actualmente traslado entre 22.000 a 25.000 kilos de granos como maíz, canola, por ejemplo, desde Bella Vista, Itapúa, y manejo hasta Montevideo, Uruguay.
En la empresa donde estoy ahora somos dos mujeres. Siempre viajamos en convoy, dos o tres camiones nos seguimos y nos monitoreamos por si tengamos percances en la ruta, nos ayudamos. No es que nos quedamos solos.
Prácticamente llegamos en tres días. Para descansar nos quedamos más por el camino. Si hay surtidores nos quedamos a dormir ahí. En el camión además tenemos todo el equipo para cocinar, prácticamente es nuestra casa el camión.
Además del sacrificio en sí que implica trabajar manejando camiones, hay muchos desafíos para las mujeres. En muchas partes los baños de paradas de camiones son exclusivos de los varones, no hay para mujeres porque la gente está acostumbrada a camioneros y no a camioneras. Lo más triste es llegar a un lugar luego de 10, 12 horas de viaje y no tenés un espacio ni para bañarte.
Muchas veces se tarda más de lo previsto para la liberación de carga, entonces son muchos días fuera del país, lejos de la familia. Pero pienso que de todo siempre hay que ver el lado positivo. Hago lo que me gusta y es una forma de romper prejuicios de que las mujeres no pueden hacer ciertos trabajos, que es cosa de hombres.
APRENDIZAJE
En cada trabajo siempre es toda una experiencia; en el taxi es aprender las calles, enfrentarse a peligros por no saber a qué clase de pasajero se está llevando.
En el colectivo es conocer el itinerario, aguantar a la gente con mal humor, cobrar, alzar y bajar pasajeros.
Ahora con el camión es viajar por largas horas sin dormir, aprender a manejar en un país ajeno, entrar a lugares desconocidos con semejantes contenedores para descargar. Pasar mucho tiempo lejos de los seres queridos. Gracias a Dios tengo el apoyo de mi familia y eso es muy importante. Y como siempre digo, a todo hay que verle el lado positivo. Para mí la clave para animarse en este rubro es trabajar en la seguridad de una misma y también algo muy importante, asegurarse de que la máquina esté en óptimas condiciones para marchar.