El tufo del calor inundaba el ambiente. Pese a ello, el conductor de Bolt estaba de buen humor. Tal vez –creo– para hacer más leve el viaje inició una conversación. Yo no me opuse, generalmente hablo hasta por los codos, aunque parezca lo contrario. En esta ocasión –en un viaje fugaz en medio de la agobiante ola de calor en diciembre pasado– no recuerdo cómo terminamos hablando del sistema de salud y del nefasto servicio del Instituto de Previsión Social (IPS).
-¿Sabés cuándo el IPS empezó a ir en declive?, me preguntó el chofer.
Dudé un poco.
-¿Con las tercerizaciones?, respondí.
Sí, con las tercerizaciones, dijo con un aire triunfal, ese hombre de casi 57 años y que aún le faltan tres años de aportes para poder jubilarse.
-Antes el IPS tenía su laboratorio de producción, sus talleres, todo. Ahora licitan todo, y todo es negociado, dijo.
Asentí. Y lo seguí escuchando.
Esta es solo una de las tantas charlas, anécdotas u opiniones que tienen los trabajadores hacia ese sistema de seguro social que realmente va en declive. Esta es solo una breve reseña de un día cualquiera de diciembre. No es ficción, es un recuento real, una opinión real y contundente.
El chofer –que tiene que optar por un trabajo extra para poder sostener a la familia porque con lo que gana no alcanza– hizo una afirmación certera sobre la situación del Instituto de Previsión Social (IPS). Su opinión vale, su visión vale y su aporte también, porque es uno de los miles de afectados por el pésimo servicio.
La crítica no solo residió en lo que “antes” era el IPS, sino que también lamentó el nefasto servicio de salud actual del principal seguro social de los trabajadores. El chofer –incluso se jactó de que nació en el Hospital Central– pero que actualmente prefiere ir a un consultorio privado, y que lo atiendan con calidad y calidez porque en el IPS “parece que te hacen un favor”, lamentó. Pareciera que cuando se habla del IPS, no bastan las palabras para intentar expresar tanta decepción del servicio médico. Con frecuencia y últimamente escucho más quejas que loas a este servicio.
El IPS –pese a los avances en algunos servicios complejos– asentó en el 2022 un nefasto inventario de denuncias de supuestas negligencias médicas –que no cesan–, de supuestos negociados en las licitaciones, de carestía incesante de medicamentos y de un servicio de salud que se caracteriza por ser inexpugnable para agendar una consulta.
El IPS últimamente es el reflejo de un servicio marcado por el maltrato al enfermo –según las denuncias–, por la escasez de medicamentos, de insumos y el eterno trajinar para mendigar salud. Una salud que es un derecho y no una limosna. En este año electoral espero que aprendamos la lección de elegir mejor a las autoridades y de ser contralores de una institución, que finalmente pertenece a los trabajadores, aunque no lo parece porque el IPS se convirtió –al final– en un botín de los políticos de turno.