Yo me llamo Juan Carlos Ibarrola Villalba, soy luqueño de nacimiento tengo la profesión de licenciado en docencia, licenciado en Enfermería, estoy terminando la carrera de Psicología a punto ya de registrarme.
Hace 30 años que estoy trabajando en el Ministerio de Salud como enfermero, tengo cuatro hijas hermosas. Una de ellas la he perdido porque decidió partir antes.
Ese es el motivo por el cual yo me animé a ayudar a la gente hoy día, para que no pase lo que en familia nosotros habíamos pasado en ese momento.
También recomendar a otra gente que empiece a observar lo que está pasando en la casa. En mi caso por ejemplo siendo profesional de salud y empezando a trabajar en el Hospital Psiquiátrico, no me di cuenta nunca de que mi hija estaba pasando por ese cuadro depresivo.
Recuerdo bien que en la víspera de su fallecimiento nos dimos un abrazo de aquellos que te hacen estremecer. Justamente en ese momento yo estuve haciendo otra campaña a través de la XI Región Sanitaria y una universidad privada.
Era una campaña sobre la importancia del abrazo. Llegábamos así a instituciones educativas, trabajábamos con adolescentes y hablábamos con los docentes de la importancia del abrazo y demás cosas.
Para mí fue un día muy triste. Yo estaba internado a causa de una pancreatitis cuando me avisaron. Les pedí por favor para salir a los que me atendían.
Pudimos lograr que pueda irme, porque yo quería ver aunque sea un rato el cuerpo de mi hija. Hace casi 12 años que pasó eso.
Ella era estudiante del tercer año de Psicología. Ella es la mayor entre las mellizas y son las mayores entre mis hijas.
Luego estuve internado 40 días por el tema de la pancreatitis. Los colegas y profesionales de la salud le dieron contención a mi familia que estaba muy mal y a mí en la sala donde estaba.
He prometido hacer este tipo de campaña a fin de ayudar a personas que están pasando mal.
Cuando empecé tenía fe de que iban a venir junto a mí. Decía también: “Si yo hago eso va a estar mal, qué va a pensar la gente”. Tenía ciertos prejuicios en cuanto a hacer eso.
Incluso la primera vez que me fui a sentarme en una plaza, fue en San Lorenzo, no pasaba nada.
Dos semanas estuve así en la tercera semana una señora se me acercó, me miró y me dijo que solía verme ahí y me preguntó qué hacía.
Le expliqué y le dije que yo solamente quiero escuchar todo lo que me cuentan. Y empezó a desahogarse hablando conmigo.
Había sido tenía muchísimos problemas familiares, sufría de violencia intrafamiliar. Más o menos 40 minutos le estuve escuchando.
Luego me dijo, “¿vos qué pensás, qué debo hacer? Entonces le dije que no podía darle ninguna recomendación ni ningún consejo o sermón, que lo que debía hacer dependía de su decisión y cortar ese círculo de violencia.
Luego me agradeció bastante y me contó que no podía contarle todo lo que estaba pasando a sus familiares porque no la apoyarían.
“Por suerte estás acá y me siento liberada y me voy más tranquila, voy a pensar lo que tengo que hacer” me dijo y se fue a comentarle a sus amigas. Después fue llegando más gente.
Probablemente, luego se difundió y empecé a tener más personas que venían hasta mí. Por lo menos de cinco a siete que vienen a contarme sus problemas.
Mediante eso ya estoy detectando muchos, muchos casos en muchos jóvenes, en padres de familias, ya por la necesidad económica que se sienten acorralados, prefieren terminar con su vida para no ver a sus hijos sufrir.
Muchos de ellos me llaman a veces y me dicen, “¡gracias Juan Carlos por haber estado ahí, Dios te puso ahí en mi camino para que yo pueda seguir con vida hoy”. En estos tres años con abrazo, te escucho y eso. Son 62 personas más o menos que querían autoeliminarse y hoy están con vida.
Siempre hay personas que se acercan, principalmente los adolescentes. Y sobre todo los que están con problemas de adicciones.
Es gente que pide socorro que quiere salir de esa esclavitud en la cual está, el chespicero como le dicen. Pero ya no saben dónde acudir porque en su familia son rechazados, también la sociedad, los vecinos y sus amigos los rechazan.
Tampoco cuentan con una institución donde ir a seguir un tratamiento, no existe y si existe no hay suficientes lugares.
Están los que no quieren volver a sus casas por el papá borracho o porque todo el día hay peleas. Y están las chicas adolescentes de 13 años que hablan de sus problemas amorosos.
Entre cinco estamos trabajando permanentemente en esto. Yo no puedo con todo, más aún con los casos graves. Tengo que trabajar, también tengo mi familia.
Por suerte hice lazos importantes con colegas, amigos profesionales en otros servicios de salud. Cuando ya no puedo derivo con ellos los casos y lo reciben con mil gusto para seguir.
Yo una semana estoy en una Plaza de San Lorenzo, otra tal vez en Itauguá, otra en San Antonio, Limpio, algunas veces en San Bernardino.
Antes de ir me comunico con los colegas de esas zonas para poder derivar los casos si es necesario.
La gente puede comunicarse conmigo a través del Messenger en mi perfil de Facebook Juan Carlos Villalba Ibarrola.
A la población en general quiero recomendarles de que no tengan miedo en acercarse a un profesional de la salud mental , no tengan miedo.
Sobre todo cuando sienten algo raro en su cuerpo, algo inespecífico, pero que no es un problema de dolor de cabeza nomás, que acuda antes de que ese cuadro emocional se acumule y sea más grave.
A los amigos profesionales de la salud mental, les sugiero que salgan un poco de su lugar de confort. Que abandonen los consultorios y se acerquen a la población en general.
Que hagan una promoción de la importancia de la salud mental, es fundamental.
Y que el Estado invierta más en la salud mental de la población. Nosotros no tenemos una urgencia psiquiátrica.
Es importante implementar ya nomás ese sistema tipo 911 para poder dar cobertura para ese tipo de urgencias.