Destacó la hazaña de la remera Nicole Martínez que inauguró el medallero paraguayo con una presea de oro individual, imponiendo su nombre en grandes titulares de los periódicos.
El arzobispo aprovechó para felicitar a Nicole y a todos los paraguayos que ya se han alzado con medallas en esta competencia, dejando en alto al equipo guaraní.
El cardenal utilizó este evento para ejemplificar cómo deberían actuar los cristianos en distinta circunstancias de la vida para poder alcanzar sus metas. Llamó a luchar por los sueños, unidos, pero siempre con la fe puesta en Cristo para poder llegar a buen puerto.
“En las competencias de las distintas disciplinas vemos que las y los atletas se esfuerzan, luchan y dan lo mejor de sí para las anheladas preseas. En deportes se requiere de entrenamiento y afán de superación, disciplinando el carácter y los sentimientos para mantenerse en los objetivos para conseguir los logros para su país o su bandera”, refirió Adalberto Martínez.
También hizo un paralelismo utilizando la cita bíblica de Hebreos 12, resaltando que ahí se insta a dejar todo lo que nos molesta para poder avanzar.
Liberarse del pecado. “Escuchamos hoy la segunda lectura de Hebreos 12; dejemos todo lo que nos estorba y librémonos del pecado que nos ata para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fijando la mirada en Jesús autor y consumador de nuestra fe”.
Enfatizó que –en otras palabras– debemos disciplinar el corazón “para que sus latidos sincronicen con el corazón de Dios. Los remos en el canotaje se ganan cuando se rema armónicamente en sintonía; esto se hace con fuerza, con velocidad, fijando la mirada en aquel que nos salvó, en Jesús, que también nos espera en puerto seguro, para llevarnos a puerto seguro, con las velas del Espíritu Santo”.
Resaltó también que, a veces, con el solo deseo no basta, “sin su fe, embarcados en la fe del Señor”, nada se puede lograr.
En la celebración de la santa misa del domingo también participaron integrantes del Movimiento Familiar y otros grupos con la bendición, además del envío del padre Adolfo Acosta, quien parte para Roma por motivos académicos.