“¿Qué homenaje podemos dar a alguien que dedicó su vida a la República?”, expresó ayer el canciller nacional Euclides Acevedo, en la ceremonia de homenaje póstumo a Bernardino Cano Radil, embajador en funciones ante la República de Cuba, quien falleció el domingo en La Habana y cuyos restos fueron repatriados al Paraguay para las exequias y sepelio.
El acto organizado por la Cancillería Nacional tuvo lugar pasado el mediodía. Luego del ritual religioso de las exequias a cargo del padre Óscar González, de la Arquidiócesis, el canciller pronunció un breve discurso y a continuación entregó a la viuda, Gloria Rolón, y a los hijos la condecoración de la Orden Nacional del Mérito Don José Falcón. Esta honra se otorga a personalidades merecedoras de la gratitud nacional por extraordinarios y excepcionales servicios prestados.
El ministro resaltó en su alocución que Cano Radil fue un embajador que defendía los intereses nacionales con eficiencia y patriotismo, “por eso, junto con las lágrimas, junto con la tristeza que nos embarga, el mejor homenaje que hoy se le puede brindar es el frenético aplauso de quienes lo han querido”, dijo y los presentes respondieron con un prolongado aplauso. Alumnos de la Academia Diplomática, de la que Cano Radil fue catedrático, realizaron el cordón de honor en medio del cual ingresaron los familiares con la urna que contenía las cenizas del extinto embajador.
“Tienen que estar orgullosos de este papá”, dijo el canciller dirigiéndose a los hijos. El ministro recordó que hacía poco había recibido a Cano Radil en la Cancillería, quien había venido a entregar un frondoso informe sobre sus gestiones en Cuba para conseguir las vacunas anti-Covid que ese país está desarrollando.
Resaltó que conocía de muchos años al político, catedrático, luchador por la democracia, comunicador y abogado que fue cano Radil. “Puedo decir, sin temor a equivocarme, que era su amigo”, enfatizó.
El momento más emotivo fue cuando sus hijos pasaron adelante para agradecer el homenaje y dos de ellos, el mayor y la menor, leyeron lo que cada uno escribió sobre la figura del embajador. “Nuestro padre fue un gran hombre, demasiado grande, dirían algunos”, dijo Mariana Cano, y resaltó que hasta último momento el embajador siguió dedicando su vida a su trabajo.
“Por este país que amaba tanto y por esta democracia que defendió toda su vida”.