15 feb. 2025

Camino de Emaús

Hoy meditamos el Evangelio según San Lucas 24,13-35. Cuenta San Lucas, que el domingo de resurrección dos discípulos de Jesús se marcharon de Jerusalén hacia Emaús. Iban cargados de incertidumbre, pues ya habían oído el anuncio angélico de que Jesús vivía, pero todavía dudaban de la resurrección. Iban discutiendo entre sí. Y estaban tan centrados en la propia tristeza que eran incapaces de reconocer a Jesucristo en aquel personaje que caminaba junto a ellos; les parecía un mero forastero.

El Resucitado les explica las escrituras lleno de compasión y parte para ellos el pan. Así enciende sus corazones y abre sus ojos para que puedan reconocerlo. Entonces regresan con Pedro y los demás, llenos de alegría y seguridad.

Dice el relato que Emaús distaba de Jerusalén unos 60 estadios. Los expertos debaten la localización exacta de dicha aldea, pero la tradición suele identificar el lugar con Emaús Nicópolis, que dista de Jerusalén unos 25 km, es decir, 160 estadios, como recogen muchos manuscritos del Evangelio de Lucas. En cualquier caso, aquel día los discípulos debieron caminar bastantes horas. Y alejarse de Jerusalén es como dejar atrás su fe en Jesús. Pero el Resucitado sale a caminar con ellos para transformarlos.

Con gran pedagogía, Jesús les hace contar sus penas para disiparlas. La escena enamoraba a San Josemaría que sabía traerla al día a día en su meditación personal: “Con naturalidad se les aparece Jesús, y anda con ellos, con una conversación que disminuye la fatiga. Me imagino la escena, ya bien entrada la tarde. Sopla una brisa suave. Alrededor, campos sembrados de trigo ya crecido, y los olivos viejos, con las ramas plateadas por la luz tibia. Jesús, en el camino. ¡Señor, qué grande eres siempre! Pero me conmueves cuando te allanas a seguirnos, a buscarnos, en nuestro ajetreo diario. Señor, concédenos la ingenuidad de espíritu, la mirada limpia, la cabeza clara, que permiten entenderte cuando vienes sin ningún signo exterior de tu gloria”.

Jesús siempre sale al encuentro de los suyos en su andar abatido y sin perspectiva. Y el evangelio nos enseña a reconocerlo: Jesús no es un forastero en nuestro caminar, sino el crucificado que ha resucitado; y nos conoce, nos ama y nos busca.

“El camino de Emaús se convierte así en símbolo de nuestro camino de fe –comentaba el Papa en una ocasión–: Las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. Recordadlo bien: Leer cada día un pasaje del Evangelio, y los domingos ir a recibir la comunión, recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús: Acogieron la Palabra; compartieron la fracción del pan, y, de tristes y derrotados como se sentían, pasaron a estar alegres. Siempre, queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría”.

Sentimos cercano a Jesús cuando leemos la Escritura y frecuentamos la Eucaristía. Porque, como decía Benedicto XVI citando a San Jerónimo, “ignorar la Escritura es ignorar a Cristo. Por eso es importante que todo cristiano viva en contacto y diálogo personal con la Palabra de Dios, que se nos entrega en la Sagrada Escritura.

Y el lugar privilegiado de la lectura y la escucha de la Palabra de Dios es la liturgia, en la que, celebrando la Palabra y haciendo presente en el sacramento el cuerpo de Cristo, actualizamos la Palabra en nuestra vida y la hacemos presente entre nosotros”.

Maravilla el modo sencillo como Jesús irrumpe en la escena … luego son los discípulos quienes lo escuchan. Y las cosas empiezan a cambiar. De la tristeza pasan al ardor, de considerarlo un extranjero a querer que se quede con ellos y reconocerlo vivo cuando partió el Pan. Jesús se hizo para sus discípulos Camino, Verdad y Vida. Así desea seguir irrumpiendo el Maestro en nuestra vida diaria, cuando nos perdemos en nuestras tristezas y desilusiones. Y así quiere que hagamos también nosotros con nuestros amigos. Gustaba a San Josemaría, al meditar esta escena, considerar que el cristiano es también Cristo que pasa: “Cada cristiano debe hacer presente a Cristo entre los hombres; debe obrar de tal manera que quienes lo traten, perciban el bonus odor Christi, el buen olor de Cristo; debe actuar de modo que, a través de las acciones del discípulo, pueda descubrirse el rostro del Maestro”.

(Frases de https://opusdei.org y https://opusdei.org)