19 abr. 2024

¿Cambiamos el nombre al español?

El escritor argentino Martín Caparrós pidió en el IX Congreso Internacional de la Lengua abrir el debate acerca de la necesidad de cambiar el nombre del español, un idioma que se habla en veinte países. La idea de Caparrós es que pase a llamarse “ñamericano”.

Otro escritor, el mexicano Juan Villoro, se sumó a él y consideró necesario este debate porque, en su opinión, llamar español a un idioma en el que la quinta parte de sus hablantes son mexicanos es “un arcaísmo”. Para él, el idioma, “en rigor”, debería llamarse “hispanoamericano”.

Estas propuestas surgieron en la mesa El español, lengua común. Mestizaje e interculturalidad en la comunidad hispanohablante, del Congreso de la lengua. Para Martín Caparrós, “es hora de buscar un nombre común” a este idioma, para que no sea el de uno de los veinte países en los que se habla. “Vale la pena buscarle el nombre a esto que hablamos”, dijo, y propuso “ñamericano”, que preserva la originalidad de la virgulilla de la ñ, resultado —explicó— de la “pereza” de los monjes por escribir dos veces la letra n.

TORRE DE BABEL

Hay 23 Academias de la Lengua Española en otros tantos países, incluidos Estados Unidos, Filipinas y Guinea Ecuatorial (África), apunta Bernardo Neri Farina, miembro de número de la Academia Paraguaya de la Lengua Española, y menciona que cada Academia tiene su diccionario propio, en el caso de Paraguay, tenemos el Diccionario del Castellano Paraguayo. “Hay un gran trabajo en mantener la unidad ortográfica, gramatical, sintáctica y morfológica para que haya una estructura idiomática que sostenga el aluvión de palabras nuevas. Si esa estructura básica se desarmara, ocurriría lo de la bíblica torre de Babel: terminaríamos por no entendernos. Hoy podemos no entender el significado de una palabra nueva, pero podemos captar el significado de la oración en su estructura gramatical”. Imagínense que en este panorama de apabullantes descargas de neologismos comenzáramos a discutir sobre un nuevo nombre al idioma que hablamos, apunta.

El nombre propuesto por Caparrós, para el académico paraguayo “suena a chiste”, y el otro nombre sugerido por el mexicano Villoro, “hispanoamericano”, olvida a EUA, americano pero no hispano, y a Filipinas y Guinea Ecuatorial, dice Bernardo Neri Farina.

Alfredo Boccia Paz, también miembro de la Academia, es de la opinión de que la discusión “es de una puerilidad inmensa, puesto que no conduce a nada”.

Sostiene que no se cambia el nombre de un idioma por disposición de algún intelectual o escritor, o por consenso de un congreso de la lengua, “y no porque alguien lo decida vamos a estar hablando en hispanoamericano o en ñamericano”.

Añade que el español es el nombre que se impuso, y que si estas cosas fueran así, se debería cambiar también el nombre al continente, “que se llama América, cuando en realidad Américo Vespucio tiene muchos menos méritos que Colón, deberíamos ser Colombia. Por eso digo que creo que esta discusión no pasa de ser una pérdida de tiempo”.

Por su parte, la académica Estela Appleyard de Acuña considera que el nombre menos apropiado es el de español, y argumenta que no es la única lengua que se habla en España; “para los españoles, no es la única. Están el vascuence, el euskera, el catalán, el gallego, y hay muchos dialectos, es decir lenguas menores, que se hablan en España. De modo que ni para España español es lo más apropiado”.

Para nosotros menos todavía, añade, y que nosotros en realidad lo llamamos castellano, que es la lengua de una región de España, que se oficializó en la época de los reyes católicos. “Entones tampoco le vendría”.

En cuanto a la opción de llamarle hispanoamericano tampoco lo considera apropiado, considerando que en los Estados Unidos, en la zona de la Florida, se habla castellano y hay una Academia de la Lengua Española; así como la Guinea ecuatoriana que también habla español y tiene también su academia. “Para mí sería lo más apropiado el castellano, porque nació en una región de España y se habla la lengua de castilla”; el castellano es la lengua que se convirtió en universal y es la segunda lengua más hablada después del inglés.

¿ÑAMERICANO?

Martín Caparrós, autor del ensayo Ñamérica, cree que la palabra “español”, que cuando la inventaron los fenicios significaba “tierra de conejos”, es “sin duda peliaguda”. España es hoy un país “colmado de españoles que quieren, o no, serlo”, afirmó. El concepto de “español” está “en liza” especialmente en el campo de la lengua, señaló el autor argentino, para recordar cómo siempre pensó que lo que hablaba él o lo que escribía Lope de Vega era “castellano”.

“Decir español nos habría sonado al producto de un país llamado España”, dijo, y consideró que “sería lógico que 450 millones no quieran pensar que hablan la lengua de otro”.

Según Caparrós, buscar otro nombre sería enriquecer una lengua que se ha formado “con la respiración de muchas lenguas y que no se atribuye a ningún reino”.

Para Juan Villoro, el mestizaje de la lengua española avanzó tanto que dejó atrás épocas en las que pareciera que el español “solo se hablaba de una manera” y en las que el conserje de un hotel de Madrid no entendía cuando un cliente peruano le llamaba para decir “disculpe, el caño de la tina se ha malogrado: necesito un plomero”.

En esta línea, Bernardo Neri Farina considera que, siendo que el castellano o español lo hablan alrededor de 500 millones de personas, y que es la segunda lengua madre más hablada en el mundo, con tantos hispanohablantes hay, lógicamente, una enorme cantidad de variedades lingüísticas. “Cada región, cada país, cada zona interior, cada ciudad, tiene sus características en el habla y su constante aportación al léxico con palabras que nacen en un punto y luego se diseminan por todo el mundo de habla castellana”.

Se cuestiona asimismo el académico paraguayo el hecho de que, si tomó años resolver la reaparición de una simple tilde en el “sólo” como adverbio, deberíamos imaginar lo que tardaría un acuerdo para un nuevo nombre del idioma. Se podría convertir en una discusión, añade, en la que saltarían nacionalismos, regionalismos, escuelas lingüísticas, conflictos ideológicos, revanchismos, indigenismos, resentimientos anticolonialistas y tantas cosas más. “Eso podría terminan en una guerra, y no precisamente dialéctica”.

En vez de cambiar el nombre de la lengua, Bernardo Neri Farina cree que se debería priorizar la atención en otras necesidades. “Apuntaría a mejorar la enseñanza del idioma ortodoxo y su estructura, para que luego podamos adornarlo con las espléndidas variedades lingüísticas y sus voces regionales, que hacen cada vez más bella y expresiva a nuestra vieja y querida lengua nacida en la tierra de don Miguel de Cervantes”.

EFE/CS

Más contenido de esta sección
Las ventas al público en los comercios pyme de Argentina cayeron un 25,5% interanual en febrero pasado, golpeadas por la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores a causa de la elevadísima inflación, y acumulan un declive del 27% en el primer bimestre del año, según un informe sectorial difundido este domingo.
El mandatario decidió crear el fondo nacional de alimentación escolar esperando un apoyo total, pues quién se animaría a rechazar un plato de comida para el 100% de los niños escolarizados en el país durante todo el año.
Un gran alivio produjo en los usuarios la noticia de la rescisión del contrato con la empresa Parxin y que inmediatamente se iniciaría el proceso de término de la concesión del estacionamiento tarifado en la ciudad de Asunción. La suspensión no debe ser un elemento de distracción, que nos lleve a olvidar la vergonzosa improvisación con la que se administra la capital; así como tampoco el hecho de que la administración municipal carece de un plan para resolver el tránsito y para dar alternativas de movilidad para la ciudadanía.
Sin educación no habrá un Paraguay con desarrollo, bienestar e igualdad. Por esto, cuando se reclama y exige transparencia absoluta en la gestión de los recursos para la educación, como es el caso de los fondos que provienen de la compensación por la cesión de energía de Itaipú, se trata de una legítima preocupación. Después de más de una década los resultados de la administración del Fonacide son negativos, así como también resalta en esta línea la falta de confianza de la ciudadanía respecto a la gestión de los millonarios recursos.
En el Paraguay, pareciera que los tribunales de sentencia tienen prohibido absolver a los acusados, por lo menos en algunos casos mediáticos. Y, si acaso algunos jueces tienen la osadía de hacerlo, la misma Corte Suprema los manda al frezzer, sacándolos de los juicios más sonados.
Con la impunidad de siempre, de toda la vida, el senador colorado en situación de retiro, Kalé Galaverna dijo el otro día: “Si los políticos no conseguimos cargos para familiares o amigos, somos considerados inútiles. En mi vida política, he conseguido unos cinco mil a seis mil cargos en el Estado...”. El político había justificado así la cuestión del nepotismo, el tema del momento.