12 may. 2024

Bolsonaro y la mitad del puente

Alfredo Boccia Paz – @mengoboccia

Asfixiados por la crisis, los comerciantes de Ciudad del Este salieron a las calles a exigir el libre tránsito por el Puente de la Amistad. Con el paso cerrado hace seis meses y con cerca del 40% de la población desempleada, las protestas fueron ruidosas. Esa multitud logró que el gobernador del Alto Paraná y el intendente de la ciudad, de signos políticos diferentes, compitieran por liderar las manifestaciones.

Miraban con interés Salto del Guairá y Pedro Juan Caballero, ansiosas por recuperar a los compradores perdidos de Mundo Novo y Ponta Porã. En esas ciudades el intercambio comercial es menor, pero la dependencia comercial del Brasil mucho mayor. Los salteños dependen exclusivamente de ese “turismo”, pues no tienen industrias y las actividades agrícola y ganadera emplean a pocos. Los pedrojuaninos, días antes, ya habían juntado 3.000 personas que clamaban por la apertura de las calles linderas, custodiadas por militares y cerradas con alambres de púas.

En verdad –todo debe ser dicho– a lo largo de la divisoria con el Brasil, la situación solo es tolerable porque el contrabando y el narcotráfico no se vieron afectados por el Covid.

Nuestras autoridades sanitarias reconocían el drama económico y ensayaban una apertura gradual. La decisión de abrir las compuertas que nos separan de un país que tiene 4.657.000 casos positivos y 140.000 muertes no es fácil. Sobre todo porque lo estipulado en los protocolos sanitarios sería de cumplimiento imposible por la falta de infraestructura y de personal sanitario.

Los primeros en advertir que la apertura sería un inmenso problema fueron los médicos, que conocían de cerca la fragilidad de las armas con las que contaban para enfrentar un eventual rebrote de la enfermedad. Describieron las unidades de terapias llenas, la cantidad de personal de blanco infectado y el agotamiento de los intensivistas. Fue inútil, solo recibieron insultos y desprecio por parte de quienes reclamaban la liberación del puente. En las redes sociales fueron tratados de dictadores, dueños de la verdad y haraganes.

En fin, la manera de debatir refleja el nivel educativo de un país. Pero, además, dejó en claro que en el Este está concentrada la mayor cantidad de negacionistas por metro cuadrado del país.

Luego de una lluvia de falaces promesas de acabar con la informalidad y discursos en los que todos fingían reconvertirse “porque todo dependerá del comportamiento de cada uno”, el Gobierno cedió a las presiones y anunció la apertura inmediata del puente. Al diablo la prudencia y los malditos protocolos.

La noticia fue celebrada en el microcentro por una multitud sin tapabocas ni distanciamiento. Por si quedara alguna duda sobre la sinceridad de los cuidados sanitarios, el propio intendente Miguel Prieto fue filmado en el estacionamiento de la Municipalidad brindando con sus funcionarios sin mínimos cuidados sanitarios.

Espero estar equivocado, pero si las medidas de este tipo se toman con poca mesura, puede ocurrir una catástrofe de salud. ¿Ya nadie recuerda a los pacientes de Alto Paraná trasladados a las unidades de terapia de la capital en largos viajes de ambulancia? Ahora que ya no hay lugar en Asunción, ¿los llevarán a Foz de Yguazú?

Y, de pronto, la gradualidad nos fue impuesta de modo humillante. Bolsonaro avisó que las fronteras del Brasil continuarán cerradas por un mes más. Nadie se había acordado que del otro lado del puente está el Brasil. Y que, antes, nosotros cerramos los límites sin pedirles permiso. Y que el Brasil es el patrón geopolítico. Fue así que quedamos como improvisados. Podemos abrir el puente, pero no podemos llegar hasta más allá de la mitad.

En fin, lo bueno de todo esto es que nos da la oportunidad de resetear la estrategia y diseñar un modo más inteligente de abrir las fronteras.

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