Dentro de este contexto se analizaron los alcances de los impuestos a la riqueza, que son vistos como una herramienta para reducir la desigualdad, incrementar los recursos para luchar contra el calentamiento global y mejorar la gobernanza mundial.
Al respecto, el Banco Mundial señala que los impuestos a la riqueza tienen el potencial de mejorar el crecimiento, desplazando la carga tributaria desde inversiones productivas –como se mencionó, los impuestos de ALC sobre las empresas están entre los más altos del mundo– hacia activos que tienen un impacto posiblemente menos negativo sobre el dinamismo económico.
“El concepto de gravar la riqueza, que implica aplicar impuestos a la riqueza neta de un individuo, se ha implementado de diferentes maneras en todas las economías avanzadas. América del Norte, en general, apostó por impuestos a la propiedad e impuestos de sucesión, mientras que Europa adoptó una gama más amplia de impuestos a la riqueza neta”, expone el material difundido ayer.
En el caso de región de América Latina y el Caribe se tiene un bajo nivel de recaudación en torno a los impuestos a la riqueza, donde representan el 2,7% del total recaudado, comparado con 12,8% en América del Norte o 4,3% en Europa Occidental y Central, aunque se observa una gran variabilidad entre los países de ALC.
Por otra parte, los países de ALC, en general, recaudan solo un 2% del total vía impuestos a la propiedad –por debajo del promedio mundial–, a pesar del hecho que el 80% de la riqueza en la región radica en bienes inmuebles, y que administrativamente las propiedades sean más fáciles de rastrear que los activos financieros.
En ese sentido, el organismo internacional recomienda modernizar los sistemas de valuación de propiedades y los esfuerzos de recaudación para aprovechar este potencial que correctamente administrado se estima que puede ser hasta de 3% del producto interno bruto (PIB) que servirán para financiar el desarrollo.