“Un país encerrado, al final, termina muriéndose de hambre”, dispara a modo de argumento este hombre de 50 años, lanzando un proyecto piloto. El local español es una panadería con un pequeño salón con capacidad para ocho mesas.
En el recinto hay algunos modelos de mamparas transparentes que proponen garantizar distancias interpersonales, una opción que bares y restaurantes se plantean para cuando se produzca la reapertura.
Uno de los modelos, fijado al suelo y la pared, permite aislar una mesa para una familia de cuatro miembros. Otros modelos, pequeños y desmontables, están destinados a las mesas y hacen de separadores entre comensales.
“A todo nos acostumbramos en esta vida. Tendremos que cambiar nuestra forma de salir”, apunta Manuel Gil, que dirige llenatubar.com y lleva años trabajando en reformas de locales de hostelería. “Cualquier bar que tenga 8 o 10 mesitas se puede gastar 800 o 700 euros en adecentar su local para poder abrir” con estas mamparas, abunda el empresario, y subraya: “No creo que nadie en España pueda soportar un negocio cerrado 6 o 7 meses o un año”. AFP