12 feb. 2025

Arzobispo de Asunción: “El pecado se ha estructurado en nuestro país”

Monseñor Edmundo Valenzuela exclamó que los jóvenes deben ser protagonistas de la cultura del perdón y la reconciliación. Dijo que junto a sus familias están llamados a “recomponer el tejido social roto”.

“La realidad del pecado, del mal, es una constante en nuestras vidas”, postuló el arzobispo de Asunción durante su homilía de la misa matinal celebrada en el día nueve del novenario a la Virgen de Caacupé y cuyo lema llevaba por título: “Jesús llama a los jóvenes a ser fermentos de la cultura del perdón y de la reconciliación”.
Ante una colmada explanada de la Basílica Menor, Valenzuela apuntó que tanto el odio, los rencores, violencias, esclavitudes “se han institucionalizado” en la sociedad y la define como la “estructura del pecado”.
“Cuánta corrupción acumulada, heredada por egoísmos y estrechez de miras; cuántos cálculos políticos errados y decisiones económicas imprudentes, cuántas tragedias y sufrimientos tuvimos en nuestra historia”, repasó.
A renglón seguido, sostuvo: “El pecado se ha estructurado en nuestro país como algo ya ineludible; lo vemos en la pobreza extrema de un significativo porcentaje de la población, con todas sus consecuencias sociales y morales como también el atropello a la verdad y a la justicia”.
Para el presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP), en el plano nacional no se alcanzó todavía la vigencia de la dignidad personal. “Estamos aún lejos de los beneficios sociales para todos, el logro del bien común es aún una meta a alcanzar”, reparó.
RECONSTRUIR. El clérigo indicó que ante esta dolorosa realidad se debe anunciar la buena nueva del Señor. “Y Jesús les llama a ustedes jóvenes y sus familias a sanar heridas, recomponer el tejido social roto, devolver la verdad y la justicia junto con el amor cristiano exigente en la conversión para el perdón y la reconciliación”, evocó.
Es consciente, empero, que para que haya un país más reconciliado mediante el diálogo y la cultura del encuentro “es preciso el mayor bienestar económico, social, cultural, espiritual para todos los habitantes del Paraguay”.
Instó a redescubrir el carácter ético de las personas y de las instituciones. “La estructura del pecado procede del uso de la libertad personal, es la persona quien decide hacer el bien o hacer el mal”, expuso.
Refirió que Jesucristo, con el sacrificio de su cuerpo y sangre para el perdón de los pecados, “multiplica el pan de vida” para enfrentar “al cúmulo de violencia, mentira, abusos sexuales, abortos, rupturas de matrimonios, robos, atropellos a la ecología, deforestación –enumeró–. También citó el atropello a la ecología humana con nuevas esclavitudes como la ideología de género, la drogadicción y la caterva (turba de la cultura de la muerte).
Dijo que a todos estos males no hay que tomarlos como obstáculos sino como desafíos, oportunidades para el desarrollo integral, personal, institucional y nacional.
Sugirió usar “correctamente la libertad”, puesto que Cristo –parafraseó a San Pablo– “nos liberó del pecado para la libertad”.

Episodios de los milagros que perduran
Admirable y bondadosa. Así es considerada la Virgen de los Milagros de Caacupé para sus miles de creyentes, entre ellos el papa Francisco quien ha demostrado su aprecio hacia la considerada patrona de los paraguayos. En torno a la Santísima existe una historia popular que ha despertado la fascinación de los feligreses y se ha transmitido de generación en generación.
El origen de la imagen, según una de las leyendas más conocidas data del año 1600. Fue esculpida por un indígena artesano llamado José, de la misión franciscana. El escultor ingresó a la selva en busca de madera para construcción de estatuas para el templo de Tobatí. En medio del monte lo persiguieron los mbayaes, que se oponían a aceptar la fe cristiana. A punto de caer en manos de enemigos, la Virgen se presenta ante el guaraní, le dice que se refugie “Ka’aguy kupépe” (detrás de la yerba).
Otras versiones comentan que el hombre se albergó detrás de un frondoso árbol y prometió a la Virgen que de dicha madera haría su figura. Los adversarios, cazadores innatos, pasaron varias veces cerca pero no dieron con José.
El hombre logró salvarse y en agradecimiento creó dos imágenes de la Santíma. Una de mayor dimensión, para la veneración de la comunidad de Tobatí y otra más pequeña para su culto familiar.
“A la segunda la talló más hermosa aún, pues era un privilegio para él tener en su hogar una presencia que le recordara en todo momento a su protectora. Lo que no había previsto era que esta estaba predestinada a conquistar al pueblo entero”, relató el gestor cultural cordillerano Almide Alcaraz.