El Señor sigue pasando cerca de nuestra vida, con suficientes referencias, y cabe el peligro de que en alguna ocasión no le reconozcamos.
Para percibir la claridad penetrante de la fe, “hacen falta las disposiciones humildes del alma cristiana: No querer reducir la grandeza de Dios a nuestros pobres conceptos, a nuestras explicaciones humanas, sino comprender que ese misterio, en su oscuridad, es una luz que guía la vida de los hombres (...).
Con este acatamiento, sabremos comprender y amar; y el misterio será para nosotros una enseñanza espléndida, más convincente que cualquier razonamiento humano”.
Dios, como buen padre, no se desanima ante sus hijos. No perdamos la esperanza nosotros: Mostremos a los demás tantas indicaciones y referencias como él deja a su paso. Si el campesino conoce bien la evolución del tiempo, los cristianos hemos de saber descubrir a Jesús, Señor de la historia, presente en el mundo, en medio de los grandes acontecimientos de la humanidad, y en los pequeños sucesos de los días sin relieve. Entonces sabremos darlo a conocer a los demás. El papa Francisco a propósito de la lectura de hoy dijo: “He recurrido a la expresión –primado diaconal–, a la imagen del cuerpo, de los sentidos y de la antena para explicar la necesidad más bien indispensable, de practicar el discernimiento de los signos de los tiempos. “El pueblo de Dios, movido por la fe, por la cual cree que es guiado por el Espíritu del Señor, que llena el orbe de la tierra, procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos que comparte con sus contemporáneos, cuáles son los signos verdaderos de la presencia o del designio de Dios. Pues la fe ilumina todo con una luz nueva y manifiesta el plan divino sobre la vocación integral del hombre, y por ello dirige la mente hacia soluciones plenamente humanas”.
(Frases extractadas de http://www.homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0468.htm y http://www.homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0468.htm).