25 abr. 2024

Apocalipsis Now

Arnaldo Alegre

Tiemblan. Primero fue Perú, luego Ecuador y, por último, Chile. Ninguno quiere ser el próximo. La rabiosa derecha latinoamericana –que no se inmutó y que nunca pidió disculpas por las décadas de fascismo militar sangriento que propició– está mentando a su antiguo enemigo, el insepulto cuco: la izquierda soliviantadora que pretende destruir la patria para llevarnos al comunismo, otro sangriento y nefasto sistema autoritario y cuyos promotores, también hay que decir, jamás hicieron propósito de enmienda.

La derecha desembozada, sobre todo la regional, ha sido telúrica, muy apegada al inmovilismo y poco ducha para entender la sensibilidad social, por eso siempre la reprimía, con botas o prebendas. Y así se daban las revoluciones o levantamientos de distinto tono y pelaje.

La izquierda siempre ha pescado en río revuelto. Exponiendo o explotando, a veces, más lo último, las tensiones sociales para provecho propio y de sus ideas. También saben reprimir con botas o prebendas cuando son gobierno. La inocencia no existe en el diccionario de la política. Todos defienden lo que creen y cuando obtienen lo deseado pretenden conservarlo a toda costa. Siempre los extremos se tocan.

Sin embargo, a los dos polos del espectro político tradicional les surgió un nuevo enemigo de reminiscencia mítica: la cada vez más omnipresente tecnología. Es un monstruo de miles de cabezas, imposible de cortar para imponer el statu quo.

A igual que la prensa perdió el monopolio de la información, los partidos políticos están perdiendo el dominio de las multitudes; es decir, de la calle. El mensaje está cambiando de amos.

Chile fue la última expresión de este fenómeno, como años atrás fue la Primavera Árabe. La angustia social se expresa por las redes y, cuando la gravedad de la crisis es insostenible, salta a las calles. Lo hace de forma rabiosa, masiva, implacable.

Una chispa insignificante puede estallar en un incendio voraz de consecuencias impredecibles. En eso tiene razón la derecha. La izquierda tiene sus pirómanos. Pero no hay fuego que haga arder el pasto mojado. La inequidad social es peor que el pasto seco. Y la derecha nunca riega adecuadamente el campo. Entonces, el más pequeño pabilo es el principio del caos.

Cuando se desata el caos se echa manos a las medidas coercitivas como inmediata arma de contención. Si la protesta se extiende, los políticos atinan, algunas veces, a abrir los ojos y aguzar la inteligencia. Antes, sacaban el sable, por suerte la sensibilidad internacional de ahora es distinta y se imponen formas más democráticas para estas situaciones extremas. En Chile, el presidente Sebastián Piñera entendió el mensaje y prometió enmendar rumbo.

En Paraguay las formas democráticas son menos claras y los resultados pueden ser menos edificantes; sobre todo si el principal actor político –en este caso Marito– con el tino de un animal enjaulado, alimenta la tensión social tirando sin pruebas que sus adversarios buscan una muerte para tumbarlo. Sin duda, un gran irresponsable.

La marcha del lunes puede ser una prueba de madurez de la sociedad y de sus dirigentes. Hacemos votos para que prime la cordura y que la tilinguería –sea de izquierda o de derecha– no se imponga.

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