20 abr. 2024

Aparición, breve auge y caída de Bogarín

La manera que eligió Jorge Bogarín para salir del Consejo de la Magistratura remite inevitablemente a Oscar González Daher. En la calle lo esperaba la bulliciosa barra brava del Sportivo Luqueño que lo alzó en andas mientras coreaba “Jorge, querido, el pueblo está contigo”.

El homenajeado aparentaba estar feliz y, en medio de risas, se abrazaba con todos. Parecía un festejo de campeonato y, sin embargo, era uno de los días más humillantes de su vida. Acababa de despedirse del Consejo y del Jurado de Enjuiciamiento luego de que los Estados Unidos lo señalara como corrupto. Esa repulsiva presea lo acompañará por el resto de su existencia, pero él –tal como lo hizo González Daher cuando le tocó ser designado–, prefirió reaccionar de ese modo tan inexplicable como vulgar.

Hay mucho paralelismo en las carreras de estos dos políticos colorados. Ambos supieron moverse como pez en el agua en ese turbio entramado que existe entre la política y la justicia. Bogarín proviene de la principal seccional colorada de Asunción, la Facultad de Derecho de la UNA, “formadora” de los futuros dirigentes, funcionarios y corruptos de variopinto pelaje que asolarán el presupuesto estatal. Consigno aquí, expresamente, la existencia de muchas excepciones a lo antedicho.

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Allí, donde todos se tratan de “líder”, Bogarín ascendió rápidamente, consiguió un cargo diplomático, y con apoyo cartista, llegó al Consejo de la Magistratura, electo por los abogados.

Al asumir, aquel joven de 37 años parecía tener un futuro promisorio. De hecho, poco después, fue nombrado representante de este órgano en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados.

Era el sueño del pibe, el cargo donde se cruzan los intereses políticos y judiciales. El lugar desde donde se puede influir, extorsionar, hacer favores y hasta elegir quiénes integrarán nada menos que la Corte Suprema de Justicia. Bogarín estaba justo allí, donde hasta hace poco tiempo reinaba Oscar González Daher.

Había sido puesto allí por las mismas personas, los mismos abogados, el mismo partido que apoyaron al finado político luqueño. Este país parece no aprender ni siquiera de sus experiencias más dolorosas

De acuerdo a sus declaraciones juradas, Bogarín se convirtió en un hombre rico, tal como González Daher. Solo que este tardó más tiempo en convertirse en millonario. De acuerdo con el Departamento de Estado, Bogarín se comportó en el cargo tal como González Daher. Solo que este duró mucho más tiempo ejerciendo su influencia.

González Daher parecía inalcanzable. Lo deberían juzgar unos jueces que podían ser juzgados por él. Solo el efecto demoledor de los audios encontrados en el celular de su partner Fernández Lippmann pudo acabar con su impunidad. Bogarín estaba construyendo una estructura similar. Era el hombre de Horacio Cartes en el ámbito más sensible del poder en el Paraguay. Pero parece que su caída también está vinculada a un partner, el ignoto funcionario judicial Vicente Ferreira, amigo de pesca y farras de Bogarín, y también designado como corrupto por los Estados Unidos.

Entre ambos le jodieron la vida al fiscal Eduardo López Lohman, a quien el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, a instancias de Bogarín, removió de su cargo. Lo dejaron al pobre señor –cuenta su hija– sin salario, sin IPS y sin posibilidades de seguir su tratamiento del cáncer que acabaría matándolo. ¿Su pecado? Haber imputado a Vicente Ferreira por falsificar documentos públicos.

¿Cómo pudieron llegar personajes de esta calaña a cargos tan importantes? Pues del modo más legítimo del mundo: Con los votos de sus gremios, de su partido, de sus pares. Es un espanto que la justicia sea impuesta por un Estado extranjero. Pero es más espantoso que, sin esa intromisión, Jorge Bogarín hubiera seguido mostrando su cara de impune felicidad.

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