Recientemente leí un párrafo que me dejó atónita en el libro “Me pregunto ¿por qué?” de Philip Yancey: “¿Qué pasaría si una de las pesadillas ambientales acerca de las cuales oímos se vuelve realidad? ¿Si la capa de ozono se rompe, las capas de hielo polar se derriten o la lluvia ácida extermina el último lago de América del Norte?”. Ese libro fue escrito hace una década atrás. ¿Quién diría que una de las pesadillas de la humanidad –una nueva pandemia– se haría realidad tan pronto, en nuestra generación?
Algunas situaciones son imposibles de predecir, en otras contamos con señales claras de lo que puede acontecer. Sabemos que si no intervenimos sólo es cuestión de tiempo para experimentar crisis, pérdidas y escenarios irreversibles.
Lastimosamente la mentalidad del “reaccionamos recién cuando es grave” se cuela en cada estrato de la sociedad. ¿Acaso no duele leer noticias de controles que se llevan a cabo recién después de que el puente se derrumbó y dejó fallecidos? (pese a que se avisó que había grietas). ¿Acaso no nos da impotencia que se preste atención a un caso de violencia luego de que se le asesine a la persona? (aunque la misma había realizado reiteradas denuncias en la comisaría de su barrio).
¿No da rabia que se intenten proteger nuestros arroyos y ríos cuando estos ya se tiñeron de rojo, o verdes de la putrefacción? (siendo que se había advertido de irregularidades de empresas).
Tantas noches de desvelo se pudieron evitar, tantas vidas se pudieron salvar, tanta naturaleza se pudo proteger, si tanto solo se prestaba atención a las primeras señales de alerta. Pero pareciera que se espera a que se cumpla lo peor antes de actuar. ¿Por qué? ¿Acaso es nuestra incredulidad, nuestra indiferencia, o nuestro egoísmo?
Esta semana se realizó el XII Congreso de Responsabilidad Social Empresarial y Sostenibilidad de ADEC. Entre sus temas figuraron el carbono cero, el cambio climático, la economía circular, la responsabilidad en la cadena de suministros, los negocios sostenibles, la economía centrada en la persona, el trabajo digno, el impacto de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, la comunicación responsable, entre otros. Hace 12 años que se ponen sobre la mesa temas que anticipan escenarios en la economía local y regional. Lo que se busca es desactivar la bomba, y no esperar a que explote. De hecho, la sustentabilidad misma se trata de poner la mirada en las generaciones que incluso ni nacieron, y en cómo proteger los recursos para ellas.
La invitación es no esperar a que una situación esté desbordada, sino anticipar contextos preguntándonos: “¿Qué pasaría si…?”. ¿Qué pasaría si no prestamos atención a ese pedido de auxilio? ¿Qué pasaría si subestimamos una situación? ¿Qué pasaría si la postergamos? ¿Qué pasaría si nos excusamos? ¿Tenemos la respuesta? ¿Sería grave? Entonces, es crítico accionar. No sea que la vida nos encuentre intentando apagar el fuego con mangueras cuando la situación ya escaló a proporciones chernobílicas imposibles de solucionar.