Seco. Seco por doquier. Seco. La tierra agrietada parece que grita: sed. Aves desesperadas se refugian en pozos, avispas se amontonan en un estanque de agua, tapires moribundos con sed descansan bajo la sombra, venados muertos, aves en estado de putrefacción. Parece una postal apocalíptica de los textos de ciencia ficción, pero no, es la implacable sequía. La sequía se está devorando el ecosistema y la fauna en el Departamento de Boquerón y hasta vidas humanas.
La sequía o la ola de calor —la más inclemente de los últimos años— en suelo chaqueño tiene nombre: cambio climático. Pese a los anuncios y advertencias del evento climático por parte de los expertos, las autoridades no aseguran planes de auxilio o proyectos sostenibles, solo cuando la situación es acuciante se movilizan para dar asistencia a las personas que ya no acceden a agua potable.
En Carmelo Peralta, en el Departamento de Alto Paraguay, los pobladores reciben agua cruda para uso diario. Esta es una comunidad que está a pocos metros del caudaloso río Paraguay. Un acueducto, cuya planta está instalada en Puerto Casado, no funciona hace meses. Este es uno de los grandes proyectos fallidos que pasará a convertirse en otro elefante blanco, herencia de anteriores gobiernos. Es ironía que comunidades que viven en la zona del Pantanal paraguayo, el humedal de agua dulce más grande del mundo, no tengan acceso al líquido potable.
En Boquerón, no llueve hace casi medio año. Boquerón ya está sediento de sed. Y es una odisea acercar agua a las comunidades lejanas porque los caminos están intransitables. Meses antes se divulgó que, en esta localidad, los indígenas debían usar telas para filtrar agua para beber de un tajamar con barro. Ahora los tajamares se están secando y no llueve para llenar ni los aljibes ni estos cauces.
El 90% de la deforestación del país ocurre en el Chaco, según un informe del Infona. Esta situación está relacionada con el avance de la agricultura y ganadería con el cambio de uso de suelo —deforestación—. Más de 4 millones de hectáreas de bosques se perdieron en 15 años —según el Reporte Nacional de Cobertura Forestal y Cambios de uso de la tierra del Infona— desde el 2005 al 2020.
Y las consecuencias de la deforestación están a la vista con las fotos y videos que se difunden en las redes sociales y los grupos de WhatsApp que demuestran el impacto letal de la sequía. La situación que se vive en el Chaco demuestra la desigualdad en el acceso al agua potable. Demuestra que solo cuando la sequía acucia, las autoridades o envían agua en botellas o suministran con camiones cisterna. Más allá de estas acciones parche, el Chaco merece un acceso universal al agua potable. El Chaco no puede seguir hidratándose con agua donada.
Es inadmisible que el Chaco continúe sin contar con una planta de tratamiento y suministro de agua potable, que pueda garantizar el acceso a un derecho universal. Es inaceptable que los chaqueños tengan que vivir de las migajas de agua potable desde camiones cisterna o agua cruda del río Paraguay.
¿Cuál es el presupuesto que se requiere para garantizar agua para los chaqueños? ¿Cuánto cuesta salvar la vida silvestre? Estas preguntas rondan y solo las autoridades tienen las respuestas a este “anhelo seco”.