24 may. 2025

Amar es el mandato más importante

Hoy meditamos el Evangelio según san Marcos 12, 28b-34.

”¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” La respuesta del Señor ante la profunda pregunta del escriba nos invita a recordar que la causa última y el sentido de todos los mandamientos de la vida cristiana es ni más ni menos que el amor a Dios y a los demás.

El Evangelio de la liturgia de hoy nos presenta un profundo e interesante diálogo entre un escriba, es decir, un experto en el conocimiento de las Escrituras y Jesús. La pregunta que le dirige es de gran importancia, porque se trata de saber cuál es el sentido último de los mandamientos.

Este hombre quizá sentía el peso de la gran variedad de cosas que debía cumplir como miembro del pueblo elegido y se preguntaba el porqué de tanto esfuerzo. Su inquietud, y su pregunta al Maestro: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

La respuesta de Jesús no se hace esperar, y saliendo a su encuentro usa las Escrituras para responder. Le recuerda así unas palabras del Deuteronomio que todo varón piadoso repetía al menos dos veces al día: “Escucha Israel: el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6, 4-5). Jesús usa esta oración, conocida como el Shema Israel (escucha Israel, en hebreo), señalando de este modo que en el centro de la fe de Israel se encuentra la razón última y el sentido de todos los mandamientos: el amor a Dios.

Y aunque el escriba solo había preguntado por el más importante, el Señor aprovecha para recordarle también el segundo en importancia, y usa nuevamente un libro de la Escritura. Esta vez toma prestadas unas palabras del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19, 18).

Jesús recuerda así que el amor a Dios y al prójimo son la esencia de la fe. Nos invita así a levantar la mirada y a entender que estamos llamados no sólo a cumplir con unas determinadas obligaciones, sino a vivir un amor grande y generoso, que abarque todos los aspectos de nuestra vida, porque como recordaba san Josemaría: “Jesús no se satisface compartiendo, lo quiere todo” (Camino, n. 155).

Desde aquí se puede comenzar a entender que al igual que nuestra existencia es compleja y tiene muchas dimensiones, del mismo modo algunos mandamientos serán complejos y no evidentes en un primer momento. Lo importante es saber que todos los mandamientos, aún aquellos que nos parezcan más enrevesados, tienen como razón de fondo este amor intenso y grande que nos pide Dios.