Ha sido realmente despiadada, además de injusta, la andanada de críticas que se desató a través de las redes sociales en internet contra Fátima Amarilla, una joven y meritoria atleta compatriota, que ha estado representando al Paraguay en el Campeonato Sudamericano de Atletismo realizado en Ecuador.
Tras superar exitosamente una carrera de 400 metros con vallas, marcando 64,29 segundos en el cronómetro en Guayaquil, Fátima fue entrevistada por un periodista ecuatoriano, quien le pidió un saludo en lengua guaraní. “Justo ahora tengo la cabeza bloqueada, pero bueno… un saludo a todos” fue la respuesta. Ante la insistencia del comunicador, explicó que ella entiende guaraní, pero responde en castellano.
El video de la entrevista mereció una andanada de críticas de muchos internautas en las redes sociales, estableciendo que una persona que no domina la lengua nativa, no merece representar al Paraguay. Aunque muchos valoraron los logros deportivos de la joven, entre ellos haber marcado varios récords de atletismo, la condena tuvo un efecto muy cruel. Ni siquiera saber que Fátima sufre del síndrome de Asperger, que dificulta lograr una buena comunicación, fue razón suficiente para no dañarla emocionalmente.
El lamentable episodio abre la necesidad de debatir los riesgos del uso arbitrario de las redes en internet, como los valores del patriotismo, a menudo, confundido con chauvinismo o patrioterismo.
Sin duda es importante aprender a manejar bien el guaraní, al igual que el castellano, pero no hablarlo no nos hace menos paraguayos. A más de revalorizar nuestra lengua nativa, incluyendo la de muchos otros pueblos indígenas, el país necesita también rescatar la honestidad, la solidaridad, el sentido de justicia y principalmente de empatía con los demás.
La gran poeta guaraní Susy Delgado, Premio Nacional de Literatura, aporta una interesante reflexión, señalando que se está avanzando en la conciencia del valor del guaraní, mediante el esfuerzo de sus defensores, y de a poco, la lengua va ocupando el lugar que se merecía, en todos los espacios en los que estaba discriminada, “pero no es convirtiéndola en un nuevo instrumento de discriminación que llegará a donde no ha llegado, ni volviéndola un pertrecho autoritario y obligado, como hoy se nos presenta de hecho a muchas lenguas dominantes del mundo, con los argumentos que dicta el pensamiento del mercado”.
En vez de lapidar a quien no habla nuestra lengua, deberíamos hacer de la nuestra un instrumento de convivencia armónica y respetuosa, sostiene Delgado, “del mismo modo en que las lenguas del mundo deberían dejar de utilizarse como armas de avasallamientos culturales y autoritarismos, y convertirse en armas de la paz”.
El escritor Ramiro Domínguez decía que en el Paraguay no hay bilingües, ni monolingües, sino “nilingües”, personas que no hablan bien ni el castellano ni el guaraní, lo cual tiene que ver con el bajo nivel de la educación. No se enseña bien en ninguno de los dos idiomas. Esta es la verdadera crisis que, entre varios otros factores, debemos superar.