28 mar. 2024

Y después de un infarto, ¿qué?

Sobrevivir a un infarto implica, para muchas personas, empezar a vivir de nuevo y de una manera diferente. Un aprendizaje, como el que han tenido que hacer Darío Colmán y Carlos Torres, quienes nos cuentan sus experiencias.

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Revista Vida

Por Silvana Molina / Fotos: Javier Valdez / Fernando Franceschelli

La subida empezaba a hacerse difícil. Su respiración entrecortada delataba el alto grado de agitación que lo invadía. Claro, esas empinadas calles que llevan desde el microcentro asunceno hacia el sur de la ciudad no son fáciles de transitar, pero nunca habían sido un problema para una persona ágil como Carlos Torres. Esta vez, sin embargo, le estaba costando caminar esas 15 cuadras que lo llevaban desde la calle Presidente Franco hasta la Avenida Quinta, donde algunos compañeros de trabajo lo esperaban en una cancha para jugar fútbol.

Él, un hombre de 56 años, con buen estado físico general, que solía practicar deportes, que no tenía sobrepeso, que nunca fumó ni tomaba alcohol con frecuencia, de repente se estaba sintiendo tan cansado como si hubiera corrido varios kilométros. Pero no le dio importancia: siguió y llegó a destino.

Lo que vino después ya se lo contaron, porque es poco lo que recuerda: que se cayó tres veces en el vestuario y que luego se volvió a levantar. Pero no la cuarta, esa ya fue un desmayo del que tardó varios minutos en volver en sí. Al día siguiente, luego de algunos estudios, un médico de IPS se lo diría con precisión: había sufrido un infarto.

MAL DE MUCHOS

En Paraguay, de cada 10 fallecimientos, tres se deben a problemas cardiovasculares, según datos del Ministerio de Salud Pública.

Afortunadamente, Carlos no pasó a formar parte de esa estadística. “Al principio no dimensioné lo que era un infarto, y hasta me sentí un poco aliviado de que no fuera diabetes”, confiesa este hombre casado y con hijos.

“Pero después, poco a poco me fui dando cuenta de la seriedad de lo que me había pasado, sobre todo cuando me dijeron que pude haber muerto. Y ahí empecé a pensar que mi vida no iba a ser igual que antes. Que iba a cambiar totalmente”, cuenta este periodista, integrante del staff de revista Vida.

SORPRESAS

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Revista Vida

Para Darío Colmán (51), el hecho de que a los 43 años le dijeran que tenía una insuficiencia cardiaca que podía causarle un infarto en cualquier momento, y que para evitarlo debían hacerle una intervención a corazón abierto, también marcó un antes y un después en su vida.

“Yo siempre llevé una vida laboral bien agitada, pero acompañada de cierto cuidado en la alimentación y de actividad física. Justamente eso fue lo que me salvó, porque fue subido a una bicicleta de spinning que empecé a sentir unos dolores en el pecho que me llamaron la atención y me llevaron a consultar”, relata.

Luego de una ergometría y un cateterismo, le diagnosticaron una obstrucción congénita en las arterias coronarias, que solo se podía solucionar mediante una cirugía de bypass. “Fue una sorpresa y un susto muy grande, sobre todo porque un diagnóstico de ese tipo no se le suele dar a una persona de esa edad. Pero por otro, si pude llegar a tiempo fue justamente porque hacía actividad física”, reflexiona hoy este hombre, uno de los principales gerentes de Visión Banco, casado y con tres hijos.

“Me dijeron que, de 100 casos, uno o dos se identifican antes de que ocurra un infarto. Gracias a Dios yo fui uno de ellos”, resalta. La cirugía fue un éxito y, poco tiempo después, Darío estaba haciendo sus ejercicios de rehabilitación. Han pasado ya siete años de aquella operación y él asegura que lleva una vida normal, aunque con algunas adaptaciones en cuanto a sus hábitos.

NUEVAS RUTINAS

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Revista Vida

Ya recuperado, luego de un procedimiento vía cateterismo mediante el cual le desobstruyeron dos arterias tapadas, Carlos acaba de retomar sus actividades laborales. Pero sabe –como en su momento lo supo Darío– que su modo de vida ya no podrá seguir siendo el mismo que tenía hasta hace dos meses.

“Una persona que tuvo un infarto debe saber que si no se cuida, si no cambia su estilo de vida, puede sufrir otro evento en un tiempo corto o largo. Entonces, si zafó, tiene que cuidarse mucho más, porque un infarto puede traer otro”, advierte la doctora Paniagua. Las posibilidades de repetición dependen de los factores de riesgo de esa persona.

Esos factores son: diabetes, hipertensión, colesterol elevado, obesidad, sedentarismo y tabaquismo. “Ese conjunto de factores no se suman, sino que se multiplican. Entonces, si alguien con varias de estas características no se cuida, las posibilidades de que vuelva a tener un evento de este tipo son altísimas, de alrededor de un 80% en un tiempo corto”.

Torres lo sabe y lo asume. “A mí me cambió la vida en cuanto a mis costumbres. Me tengo que cuidar en lo que como, tomar mis medicamentos todos los días, no hacer esfuerzos y no voy a poder jugar fútbol como antes. Lo de la alimentación es lo que me cuesta un poco más, porque si bien ya me estoy acostumbrando a no consumir azúcar ni sal, a veces no me resulta fácil dejar de lado las facturas con café con leche”, admite.

A Darío le costó menos esfuerzo. “Sí, tuve que adaptarme a una nueva circunstancia, pero no significó para mí ninguna restricción severa. Por supuesto, tengo que llevar una vida más ordenada en cuanto a la alimentación y a la actividad física. Pero yo hoy realizo mis actividades normales, hago deportes e incluso suelo participar en las corridas de 5 km sin ningún problema”, destaca.

Como rutina, Colmán realiza caminatas de 5 km, por lo menos cuatro veces por semana, y continúa con su mismo ritmo de trabajo. “Estrés siempre hay”, responde ante la consulta de lo que implica desempeñar un cargo gerencial. “Lo que uno tiene que cuidar es el sobreestrés”, agrega.

GOLPE ANÍMICO

Una reacción frecuente en las personas que han sufrido un infarto es desanimarse y autolimitarse en muchos aspectos, debido a los miedos que surgen de volver a tener un episodio. “Hay pacientes que se quedan con síndrome de pánico, miedo, ansiedad. Por eso el tratamiento postinfarto debe ser multidisciplinario: tienen que estar comprometidos el cardiólogo, un nutricionista, un fisioterapeuta y también un sicólogo o siquiatra”, explica Paniagua.

Torres admite que la situación lo afectó bastante anímicamente. “Me parecía que me iba a ser difícil sobrellevar esto. Yo siempre sentí que podía vivir muchos años sano y, de repente, me encuentro enfermo, vulnerable, con la posibilidad de que me pueda morir en cualquier momento”, revela. Y analiza: “Creo que fue un golpe al orgullo, más que nada. Pero poco a poco uno se va acostumbrando a la idea”.

VALORAR LA VIDA

No obstante, esta situación límite también hace que muchos empiecen a dimensionar las pequeñas cosas a las que antes quizás no le daban mucha importancia. “Definitivamente, uno aprende a valorar más la vida y la familia”, asegura Darío Colmán.

El futuro siempre depende del paciente, de la predisposición que tenga a cambiar, explica la cardióloga. “Yo siempre digo que solo el 10% del tratamiento le corresponde al médico, que es la educación, el diagnóstico oportuno, dar la medicación adecuada y hacer los controles.

El otro 90% lo hace el paciente. Queda a su cargo saber escuchar y hacer el tratamiento como debe ser”.

Es que un infarto no es el fin de la vida, sino un volver a comenzar. De un modo diferente, pero volver a comenzar.

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Paso cerrado

“Un infarto se produce cuando una de las arterias del corazón queda obstruida y no permite el paso de la sangre que lleva los nutrientes al músculo cardiaco. Entonces ese músculo –que debería recibir el oxígeno y todos los nutrientes que vienen por la sangre– prácticamente se muere”, explica la cardióloga María Paniagua.

Las consecuencias de eso pueden ser varias. “La peor sería la muerte súbita, causada por una arritmia cardiaca. Pero también ocurre que la persona se quede con el músculo debilitado, lo que puede derivar en una insuficiencia cardiaca o en angina de pecho (cuando el músculo del corazón sufre debido a la falta de oxigenación)”.

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Cada vez más jóvenes

Anteriormente, los infartos eran más frecuentes en los hombres a partir de los 40 años y en las mujeres posmenopáusicas, a partir de los 50.

Pero actualmente se están viendo en personas cada vez más jóvenes, advierte la cardióloga María Paniagua, quien acaba de llegar del Congreso Europeo de Cardiología, que se realizó en Roma.

Paniagua atribuye todo esto a varias causas: el estrés, que cada vez es mayor; el estilo de alimentación, actualmente se come muy mal, muchas grasas, frituras, azúcares y mucha comida chatarra; la obesidad, cada vez más frecuente, justamente por esa mala alimentación, y condiciones hereditarias. Todo esto deriva en problemas como la hipertensión, la diabetes y la obesidad, que son factores de riesgo determinantes.

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Tratamientos

-Angioplastia con stent: es introducir un catéter dentro de la arteria afectada (obstruida), que es como un cable que tiene en la punta una especie de globito. Este se introduce desinflado y, al llegar a la obstrucción, se infla, lo cual hace que se abra la arteria. Luego se vuelve a sacar el cable y se le coloca en la punta una especie de malla (stent) recubierta de medicamento, que se introduce y se incrusta en la pared de la arteria que se destapó, para evitar que vuelva a cerrarse.

Se recomienda este procedimiento cuando la persona no llegó a infartar y tiene arterias obstruidas o cuando infartó pero las lesiones son muy leves y afectan solo a uno o dos vasos, que son accesibles para poder colocar el stent.

También se indica en el otro extremo: cuando las lesiones son tan graves y las arterias quedaron tan finitas y débiles, que no permiten la posibilidad de hacer una cirugía de bypass.

-Bypass: consiste en hacer un puente entre una arteria que está bien, saltando una que está obstruida, y llegando hasta otra sana.

Se recomienda cuando no se puede colocar el stent porque la lesión es muy larga o está en una codadura hasta donde no se va a poder acceder.

También se indica cuando las lesiones abarcan múltiples vasos. En esos casos es peligroso hacer la angioplastia (ya que implica tapar totalmente la arteria por unos segundos y, si no hay otra arteria sana que la pueda suplir en esa área en ese momento, puede volver a producirse un infarto).

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Señales de alerta

● En el hombre: dolor en corbata en el medio del pecho, que puede irradiar al cuello, al brazo izquierdo o puede incluso dar molestias en la boca del estómago. Puede ir acompañado de sudoración fría, sensación de muerte, falta de aire, desesperación.

● En la mujer: falta de aire, palpitaciones, sensación de desesperación. Puede incluso no sentir dolor. En estos casos, y sobre todo si la persona tiene factores de riesgo, es importante hacerle un electrocardiograma y un dosaje de enzimas cardiacas (análisis de sangre) para detectar si es un infarto.