En estos días hemos discutido mucho por un tema de bien común como es el respeto a la Constitución Nacional. Se invocó varias veces su “espíritu”, el cual es necesario resguardar también de una interpretación muy tecnicista o legalista, con fines de manipulación.
También ha sido una oportunidad para revisar este contrato social, por llamarlo así, y redescubrir en él aquello que reconocemos como nuestro, como algo realmente defendible, más allá de los colores, de las pasiones.
Pues para mí el artículo 49, invocado para celebrar este domingo (cuarto del mes de abril) el Día de la Familia, “fundamento de la sociedad” paraguaya, es una clave para reiniciar cada día, incluso después de las tormentas políticas. Y agradezco que la misma Constitución Nacional recoja esta verdad.
Pero no solo porque lo diga la ley, sino partiendo de mi experiencia elemental, del sentido común, que con solo observar el comportamiento, bueno o malo, de tanta gente me doy cuenta de que la familia es una clave esencial de desarrollo y civilización.
Creo que mientras no apuntemos a reforzar y reinventar creativamente toda forma de protección, fortalecimiento y promoción de esta institución llamada familia, perdemos el tiempo.
Es cierto que en la mayoría de ellas no encontraremos una logia de ordenadísimos, pulcrísimos y estilizados prohombres, sino quizás varios factores frágiles, imperfectos, contradictorios y testarudamente humanos.
Pero, aun así y porque es así, en la familia es donde se vive en una dimensión única aquello de la acogida gratuita y reflorecimiento constante de nuestro ser. Allí nace y se cumple el deseo auténtico de felicidad.
Y es posible que sea el último rincón visible del mundo donde exista la posibilidad real y concreta de “querernos tal como somos”.
Como homenaje a cada familia, tal y como es, este fragmento de la canción Forever Young, de Rod Stewart, inspirada en la otra legendaria de Bob Dylan, de aquello que solo los padres deseamos en este nivel a nuestros hijos: “Que el buen Señor te acompañe en cualquier camino en que te encuentres. Y que la luz y la felicidad te rodeen cuando estés lejos del hogar. Y que crezcas para ser orgulloso, digno y fiel”.
“Y haz a los otros lo que harías por ti. Ten coraje y sé valiente. Y en mi corazón siempre te quedarás por siempre joven... Y cuando al fin te marches, espero haberte servido bien. Porque toda la sabiduría de una vida nadie la podría contar. Pero cualquiera sea el camino que tú tomes estoy detrás de ti, ganes o pierdas...”.