Sergio Cáceres Mercado
sergio209@lycos.com
No es la primera vez que esta famosa obra literaria es adaptada a la pantalla grande. En la década de los 30, la Disney hizo un cortometraje que se llevó el Óscar en esa categoría. Ahora la tenemos en una versión más larga y con toda la estética de las grandes producciones infantiles de hoy. Desde siempre, el alegato principal de la historia de Ferdinand fue una fuerte oposición a la violencia que significa la corrida de toros.
Dicha sensibilidad hacia el sufrimiento animal es mucho más comprendida hoy en día, y es seguro que el mensaje de la película llegará profundamente a los niños. Pero no es una película oscura ni mucho menos, es una comedia como las tantas que llegan hoy, con gags muy buenos e ingeniosos, personajes variopintos, baile, canto y mucho humor.
Ferdinand elige la vida antes que la cultura de muerte a la que supuestamente está destinado. Es un toro centrado, que sabe lo que quiere y argumenta su comportamiento “contranatura” con ideas inteligentes y entendibles por todos. Al ser un animal de lidia que se rehúsa a pelear, la película también celebra la diferencia y la libertad de elegir el modo de vivir, más aún si la opción es la amistad antes que la carnicería absurda que implica la tauromaquia. Toda la parodia que se hace a la cultura de las corridas y, por extensión, a cierta zona de España tiene su sentido.
El ritmo es en muchos momentos vertiginoso. Las aventuras que el gran toro y sus amigos (una cabra, puercoespines, caballos y otros toros) corren son de las más disparatadas y reideras. Claro que la ternura es un condimento especial al momento de aparecer la dulce niña que adopta a Ferdinand y le ofrece una vida distinta a la crueldad de la riña taurina.
La matanza de toros ya está prohibida en algunos puntos de España y será, eventualmente, algo del pasado; películas como las de Ferdinand colaborarán a eso. Por su mensaje tan humano, esta comedia es más que recomendable.
Calificación: ***1/2 (buena a muy buena)