Por´Daisy Cardozo / Fotos: Fernando Franceschelli
El nuevo circuito se pondrá en marcha de manera experimental en noviembre, mediante la promoción de paquetes turísticos, con agencias y operadoras nacionales. Sin embargo, el lanzamiento oficial del proyecto está previsto para diciembre.
La Senatur y las municipalidades de cada ciudad trabajarán en conjunto para la ejecución del emprendimiento. Las artesanas tendrán protagonismo en el circuito, puesto que el recorrido se enfocará en las trabajadoras de cada zona y sus manualidades, y hasta se podrá aprender con ellas algún proceso del bordado. Y no solo eso, las personas que participen del circuito tendrán también la oportunidad de conocer otros aspectos culturales que identifican a cada ciudad. “Esto permite combinar los atractivos turísticos del lugar con el ñandutí, que ahora es un producto turístico. En esta ocasión, el atractivo principal es la artesanía, y sumado a eso, la calidez de la gente que está preparada y capacitada para recibir a los turistas en cada pueblo”, explica Lilian Molinas, encargada del departamento de desarrollo de productos turísticos de la Senatur.
A lo rudimentario
Una de las paradas del recorrido será Pirayú, una localidad ubicada a 50 kilómetros de la capital, que alberga a varias tejedoras de ñandutí. Algunas están organizadas en comités y otras trabajan de forma independiente. Cuando funcione el circuito, las artesanías del comité se exhibirán en la antigua estación del ferrocarril de la localidad, y las de artesanas independientes, en la posada turística Tía Clarita. En este segundo lugar, el visitante podrá conocer a Irene Sosa y a Claudia Susana Gómez (madre e hija), artesanas de la zona.
A los nueve años, Irene aprendió a bordar dechados gracias a una tía que también vivía en Pirayú. Hoy, a sus 54 años de edad, tiene ocho hijos, pero solo una, Claudia, la acompaña en esta labor.
Los trabajos con hilos en Pirayú son más rudimentarios y elementales. “Yo trabajo con sábanas viejas en los bastidores, y cuando termino el dechado, le saco la tela. Después preparo una mezcla –el engrudo–, que se hace con almidón y agua, hasta que quede espesa. Ahí se ponen los bordados y después se les deja secar al sol para que queden duras”, cuenta Irene. Sus dechados, por lo habitual, son destinados a la venta en tiendas de Itauguá o son pedidos particulares de sus clientes.
Cada dechado tiene una denominación basada en formas, que luego se combinan con los colores a medida que se va tejiendo el armado, que es la base. Mientras Irene borda en su bastidor un mbeju’i, cita algunos de los nombres de otros dechados. “Hay una gran variedad. Pueden ser arasape, randa, pico del loro, honda, hojitas, kapi’i o yrei, takuru’i, ojo del gallo, pensamiento, mbokaja poty, ka’i ropepi, etcétera”.
Según las pobladoras, en las escuelas de Pirayú se enseñaba a tejer ñandutí desde los años 60, aproximadamente. Por esa razón es que esta artesanía se extendió en la zona.
Los trabajos de estas mujeres no solamente se mostrarán en el rincón de artesanía de la posada, sino que también estarán a la venta: carpetas, manteles, sombreros, todos de ñandutí. También habrá hamacas, accesorios de crochet y encaje ju. En el mismo lugar, los visitantes podrán entrar en contacto con las artesanas, compartir una ronda de tereré o disfrutar de un almuerzo.
Irene, Claudia y las demás artesanas de Pirayú, esperan con ansias el funcionamiento del circuito, ya que los extranjeros siempre se quedan asombrados: “Ellos dicen que esto es arte”, se enorgullecen.
Identidad artesanal
Itauguá es reconocida a nivel local y en el extranjero como la ciudad del ñandutí. Incluso, desde allí se promueve la idea de establecer un Día Nacional del Ñandutí, en la segunda semana de octubre, una propuesta impulsada especialmente por la artesana Mercedes Báez de Estigarribia.
Este sitio del departamento central queda a 30 kilómetros de Asunción y cuenta con varias tiendas donde se venden prendas y artículos con dechados de ñandutí.
Unos siete kilómetros más hacia el sur de Itauguá, se encuentra la compañía Aldama Cañada, donde hay toda una comunidad de artesanas. Este lugar también será parte del circuito de la Senatur.
Allí hay un grupo de tejedoras conformado por casi 20 personas de una misma familia: abuelas, tías, primas, hermanas, madres e hijas. Una de ellas es Graciela Denis de Gaona, que lleva más de 45 años dedicándose a tejer ñandutíes. Es parte de la tercera generación que transmite este arte. La precursora fue su abuela, luego continuó su madre, pasó a Graciela, y ella extendió el conocimiento a sus hijas y nieta, “para que se conserve la tradición”, resalta.
A diferencia de las artesanas de Pirayú, en la comunidad de Aldama Cañada se dedican más a la elaboración de dechados para prendas, que pueden ser completamente de ñandutí o con apliques. El trabajo comunitario se hace en la casa de Graciela, donde también –desde el 2011– se realizan exposiciones de artesanías en hilos: manteles, carpetas, banderas, etc. El sitio ha recibido visitas de varios extranjeros y hasta de autoridades de Francia, Corea y España.
En el Circuito del Ñandutí estará incluida la visita al Museo Parroquial San Rafael y al Museo Comunitario del Ñandutí, que guarda una diversidad de dechados, reliquias de una ciudad y de todo el país.
Hilos metálicos
Por primera vez, la Senatur incluye a la orfebrería y a Luque como parte de uno de sus circuitos. Esta será la última parada, la que estará más cerca de la capital, donde los hilos de algodón son reemplazados por los de oro y plata, para dar paso a la filigrana, cuyas formas son similares a los tejidos de ñandutí. Los oficios de orfebrería artesanal y filigrana fueron declarados el año pasado Patrimonio Inmaterial de Paraguay y Símbolo de Identidad Artesanal de Luque, gracias a la iniciativa de Angélica Araújo, del Museo Campo Ligure de Italia, y de Víctor Aguilera Villamayor, director de la escuela de orfebrería Itajú.
Víctor es orfebre desde hace más de 45 años. Aprendió este oficio de su padre, instruido a su vez por Cecilio Delvalle, quien impulsó el oficio de la joyería en Luque en la década del 50.
Es en la escuela Itajú, que actualmente está dentro del Mercado Municipal N.° 2, donde se recibirá a los participantes del circuito. Allí conocerán el taller de orfebrería, las herramientas, los trabajos del hilo de filigrana y su proceso de elaboración.
Con los hilos de oro y plata se pueden crear tejidos similares a los del ñandutí. Los más utilizados son el arasa poty y la flor de mburucuyá, formas que luego son adaptadas a joyas: anillos, aros, collares, pulseras, etcétera. “Lo que hacemos tiene similitudes con el ñandutí, porque nosotros también armamos figuras, diseñamos, proyectamos de forma similar. Es un trabajo que lleva mucho tiempo”, explica el orfebre.
Víctor espera que todos los visitantes se lleven consigo la amabilidad que en su ciudad brindan a los turistas. “Además de nuestras exposiciones artesanales, van a poder observar cómo son los procedimientos y haremos una demostración. Verán una tradición que se quedó en este espacio, desde la época de la colonización hasta nuestros tiempos”, adelanta.
Que las artesanías adquieran nuevamente valor cultural y, además, turístico, no solo contribuye a la conservación de la identidad paraguaya, sino también ayuda a la reinserción de los artesanos en la economía. La idea es que no desaparezcan.