Querido diario: Esto va a ser más difícil de lo que pensaba. Cuando comenzó la campaña, creí que sería una excelente oportunidad de mostrarme tal cual soy, con todas mis potencialidades. Conmigo, mi nuevo partido tendría un candidato moderno, con un perfil propio y distinto. Pero ya en mi primera entrevista descubrí que me estaba vedado pensar autónomamente.
Cuando dije que estaba a favor del matrimonio igualitario, suponía que estaba dando muestras de una mentalidad abierta y tolerante. ¡Dios mío! Dos horas después estaba desdiciéndome atropelladamente, onda no dije lo que dije. Olvidé que el jefe odia ese tipo de opiniones y me lo hizo saber enseguida. Desde entonces no abro la boca hasta no saber qué piensa el jefe sobre el tema. De lo contrario, me veré obligado a corregirme.
Pocos días después comprobé algo peor: si las declaraciones desafortunadas son emitidas por Él, lo mismo seré yo quien deba dar las explicaciones. Cuando el jefe dijo que “Óscar y Menchi, si hay Justicia, deben estar con Stiben Patrón”, tuve que sostener ante los miembros de la Cámara de Anunciantes del Paraguay que “yo no entendí de esa manera, en ningún momento sugirió que los periodistas tenían que estar en la cárcel”. No me dijeron nada pero, antes, cuando venía como ministro, me miraban con más respeto.
A esta altura ya sé que, suceda lo que suceda en mi campaña, el que tendrá que aclarar seré yo. Si la banda de música ejecuta la polca General Stroessner en un acto en el que está el jefe, es una pequeña anécdota. Si la toca en una reunión de Marito, ni siquiera es noticia. Pero si esa música se escucha cuando yo estoy, se convierte en tapa de diarios y mis (ex) correligionarios liberales me recuerdan a sus parientes torturados o exiliados. Encima, se ríen de la historia que inventé para justificarlo: “A la banda le pidieron poner la polca de Libertad y ellos se confundieron con la de General Stroessner”.
Es injusto, querido diario, si fuera por mí, ni siquiera contrataría una banda.
Avanzo en mis clases de guaraní pero, curiosamente, tengo problemas en castellano. El otro día pronuncié esa frase tan popular entre mis amigos: “El rugby es un juego de animales jugado por caballeros y el fútbol es un juego de caballeros jugado por animales”. ¡Qué quilombo se armó! Se pusieron furiosos todos. Hasta los futbolistas asociados me reventaron en un comunicado. Alliana me remarcó en tono áspero que el jefe fue dirigente de Libertad, no del Curda. Tengo que recordarlo.
En Canindeyú tuve que pedir la reelección de dos impresentables; cuando me quejé, me avisaron que aún me falta abrazar a unas dos docenas de narcopolíticos y me tengo que hacer el idiota cuando me reclaman el despido de funcionarios de Yacyretá o de la Cooperativa de Luque. No da gusto así. Si me dejaran ser yo mismo, sería mucho mejor. Pero, cada vez que digo esto, los asesores de campaña me miran como si estuviera loco.