Por primera vez la Justicia paraguaya condenó a un sacerdote católico por abuso sexual de niños. Ayer, el Tribunal de Sentencia encontró culpable al padre Estanislao Arévalo y lo condenó con 6 años de pena privativa de liberad que deberá cumplir en la penitenciaría de Emboscada. Las víctimas eran monaguillos de la parroquia a su cargo en el barrio San Vicente de Asunción.
Los jueces Héctor Capurro, Cynthia Lovera y Juan Carlos Zárate de forma unánime determinaron que el padre Arévalo efectivamente manoseó a dos adolescentes de 12 y 13 años entre los meses de agosto, setiembre y octubre del 2013.
En base a los testimonios de los niños, se descubrió que durante el mencionado periodo los dos eran víctimas de manoseos en las partes íntimas, e incluso el sacerdote intentaba besarlos. Todo esto pasaba antes de la celebración de la misa en la Vicaría de la parroquia Divino Espíritu.
Tras el final del juicio, el Ministerio Público, a través de las fiscalas Clara Ruiz Díaz y Cynthia Espínola, había solicitado una condena de siete años de pena privativa de libertad, pero el Juzgado determinó que fueran seis.
Resumen. El presidente del Tribunal, Héctor Capurro, indicó que la primera alarma para los padres fue que los niños ya no querían ir a la iglesia, sobre todo porque ellos eran monaguillos.
Habían dicho que el sacerdote tenía actitudes llamativas, hasta que confesaron a sus padres lo ocurrido. También la catequista de Cavevi (Camino, Verdad y Vida) fue alertada.
Tras conocer el hecho se reunió con el padre Vicente Soria Fleitas, superior provincial de los Redentoristas. Este le recomendó tener una reunión sorpresa entre los niños, sus padres y ella.
Se llevó a cabo la reunión y supuestamente, según una de las madres, el religioso reconoció su error. El padre finalmente fue cambiado de la parroquia de San Vicente y enviado a una escuela en Carapeguá.
Los niños, con sus padres hicieron la denuncia luego de varios meses ante el Ministerio Público.
SEnTENCIA. Durante la lectura de la sentencia, el presidente del Tribunal indicó que es agravante el hecho del abuso, primero por tratarse de dos víctimas, y segundo por la figura que representaba el sacerdote en la sociedad.
Sumando a eso, mencionó que la mano con la que bendecía a la comunidad que iba a la celebración religiosa es la misma con la que abusaba de las criaturas.